Dudar es humano. Y además, es sanísimo para el buen funcionamiento de la materia gris. La vida en términos absolutos es un auténtico coñazo. La duda es el paso previo a la pregunta, y la pregunta es el paso previo a la respuesta. Desde aquella Junta de Accionistas en diciembre de 2013, he dudado mucho.
Antes de comenzar, ruego echen un vistazo al artículo de Desmemoriats en este medio publicado esta misma semana, dado que espiritualmente lo que están ustedes a punto de leer podría considerarse una continuación. En serio, léanlo.
¿Acabaron? Bien.
“Sectores que hace mucho esgrimieron la irresponsabilidad, la tergiversación y el enfrentamiento como línea editorial”. Dado que ustedes no visitan Diario de Mestalla en busca de esas ‘cualidades’ (?), quizá les gustaría encontrar una explicación plausible al ambiente tan crispado de las últimas semanas. Una que, lógicamente, vaya más allá de los dos decepcionantes empates en el arranque liguero y el deficiente fútbol mostrado por el equipo. Hace poco desgranamos los motivos ligados a la figura de Nuno y, especialmente,la salida por la puerta falsa de Amadeo Salvo y Rufete. En esta ocasión, intentaremos ir un paso más allá.
Hace pocos días, servidor se topó con un esclarecedor artículo relativo a los avances científicos y a la reticencia que la comunidad de investigadores muestra a la hora de aceptar una nueva teoría sobre la mesa. Escribe Miguel Vadillo que, basándose en un estudio llevado a cabo por los doctores Chinn y Brewer en 1998, existen siete tipos de reacciones a la hora de enfrentarse a una anomalía en los datos esperados, a la evidencia contraria: (a) ignorar los datos, (b) negar los datos, (c) excluir los datos, (d) suspender el juicio, (e) reinterpretar los datos, (f) aceptar los datos y hacer cambios periféricos en la teoría, y (g) aceptar los datos y cambiar las teorías por completo.
“¿Y qué tiene que ver esto con el Valencia?”
El caldo de cultivo del actual estado de agitación, excitación, escasa paciencia y mala leche en general fue manufacturado a lo largo de los doce meses que duró el proceso de venta del club. Sus efectos, para nuestra desgracia, seguirán notándose dentro de mucho tiempo, como las olas de una pedrada en un estanque. La creación de una corriente de opinión única, polarizada hasta extremos nunca antes vistos, encaja con los fundamentos más elementales de la propaganda militar: apelación a valores tradicionales, creación de figuras simbólicas que encarnasen el bien y el mal absoluto, figuras intermediarias encargadas de arengar al personal… Todo demasiado alucinante para ser 2014. Pero pasó. Ocurrió de verdad. El ruido era tan ensordecedor, el volumen de información (real e intoxicada) era tan enorme y tan denso, que la humareda impedía a las escasas voces disidentes hacerse oír, o bien al hincha de a pie dar un paso atrás y ver los acontecimientos con un mayor grado de perspectiva.
Una perspectiva que, como suele ser habitual, sólo el tiempo acaba proporcionando. Como una suerte de taxonomía de cosecha propia, el paso de los meses nos ha permitido detectar una variedad espectacular de subgéneros dentro de la militancia valencianista: el aficionado abnegado, satisfecho con el hecho de ir cada quince días a animar a su equipo; el seguidor ilusionado ante el giro hacia la modernidad simbolizado en unos nuevos gestores procedentes de Singapur; el desconfiado que sigue cruzando los dedos para que la etapa de Meriton en el club salga lo mejor posible; el derrotista que permanece a la espera de cualquier resbalón para enarbolar el “yo ya lo dije”; el hincha convencido por el carisma del ex presidente Salvo y que ‘banca’ a muerte al dirigente, por encima de todas las cosas; el apologista que defiende a capa y espada absolutamente cualquier decisión del nuevo mandamás, incluso aquellas que constituyen flagrantes errores; el acérrimo que canta aquello de “pasa el tiempo, pasa la gente, jugadores y presidentes…” y al que los cambios en la cúpula del club le traen sin cuidado… De todo, como en botica.
Y ahí entra en acción la duda razonable y la ciencia, a la que anteriormente hacíamos referencia. En el proceso de venta, el gris no convenía a la corriente instigada desde la entidad. O eras de los suyos, o estabas en contra. Y viceversa en la trinchera opuesta. En una ciudad en la que el kilo de cautela se paga a precio de oro, hacer gala de una postura ecuánime suponía, en lugar de un blindaje contra el fanatismo, una invitación a recibir palos de ambas facciones. Lo reflexivo cotizaba a la baja. Imaginen un panorama tan irracional consolidado a lo largo de los siglos: a fecha de hoy, la Tierra seguiría siendo plana en lugar de redonda, el hombre seguiría siendo una creación divina en lugar de un producto de la evolución y ese molesto dolor de codo que usted padece se solucionaría a golpe de amputación, ¡claro que sí!
Desde el primer día estaba claro que Peter Lim (al igual que el resto de los interesados en la compra) venía al Valencia a hacer negocio, como haría cualquier businessman. Desde el primer día estaba claro (sólo había que escuchar a los representantes de Meriton) que el proyecto de los singapurenses no se ajustaba a los cánones soñadores de los ‘Falcaos y Lavezzis’ que tan de moda se pusieron en los foros más coloridos. Desde el primer día estaba claro que, como sucedió con anteriores equipos gestores en el club (Llorente, Soriano, Soler, Roig…), la disipación del ‘efecto burbuja’ traería consigo una ecuación tan simple como real: habría elogios cuando las cosas se hicieran bien (las constantes mejoras estéticas y funcionales del Camp de Mestalla son puro gozo), y críticas cuando las cosas se hicieran mal (como sucede con los elevados precios de los ‘packs’ Champions). Palo y zanahoria. Lógica aplastante.
Dudar es humano. Y además, es sanísimo para el buen funcionamiento de la materia gris. La vida en términos absolutos es un auténtico coñazo. La duda es el paso previo a la pregunta, y la pregunta es el paso previo a la respuesta. Desde aquella Junta de Accionistas en diciembre de 2013, he dudado mucho. He hecho muchas preguntas. Y, en la medida de lo posible, he obtenido bastantes respuestas, como otros tantos profesionales de la información en esta ciudad. Respuestas que traían datos de la mano. Datos que no siempre ‘cuadraban’ con las tesis oficiales. Datos que no siempre reflejaban lo que este o aquel sector de aficionados quería escuchar. Pero datos, al fin y al cabo.
Cuando dichos datos se ponían sobre el tapete (cerramos el círculo), la reacciones eran de lo más variopinto. En ocasiones, se ignoraban, como cuando Las Provincias explicó meses antes de que los precios se hiciesen oficiales que los abonos de las siguientes temporadas iban a encarecerse sustancialmente debido al pacto rubricado entre Meriton Holdings y Bankia a finales de 2014 (a). También podían negarse, como aquel comunicado oficial que el Valencia difundió en noviembre de 2013 desmintiendo que Jorge Mendes tuviese relación alguna con el club blanquinegro (b). O excluirse, como cuando se mete bajo la alfombra el hecho incontestable de que Bankia sigue teniendo un férreo control sobre las cuentas del club para no deshilachar el discurso populista del tirano derrotado (c). Otra opción es la de suspender el juicio hasta nuevo aviso: el abultado gasto del Valencia en fichajes (unos 210 millones de euros abonados y/o amortizados y/o a pagar en el futuro) en los últimos dos años debe ser evaluado una vez el equipo muestre de lo que es capaz compitiendo en Liga de Campeones con los más grandes del continente (d). Reinterpretar la información, por ejemplo en clave de chanza humorística y burla ridiculizante, es otro recurso habitual para desacreditar cualquier dato (e). En penúltimo lugar nos queda la aceptación parcial: quizá haya que ser más ponderados en los análisis del proyecto Lim, sin demonizarlo ni lanzar las campanas al vuelo ‘nuevo rico style’ como se hizo en su momento (f). Finalmente, una verdad incontestable y que debería ser asumida de una vez: el proceso de venta de la mayoría accionarial de la sociedad Valencia Club de Fútbol S.A.D. fue, desde el primer día hasta el último, una auténtica chapuza (g). Por mucho que se quiera ‘vender’ lo contrario.
Lo dicho: duden libremente. Expresen sus opiniones sin titubear. Cuestiónense hasta el color de su corbata. Pero háganlo con la responsabilidad del aficionado leal. Esto es fútbol, después de todo. “No es cuestión de vida o muerte: es mucho más que eso”. Shankly era un hombre de pocos temores. No tengan miedo a preguntar. Más aún: no tengan miedo a que las respuestas desafíen sus propios juicios de valor anteriores. Ni la tierra es plana ni nosotros (ni Lim, ni George Mendes, ni Nuno, ni…) somos seres divinos e infalibles. En ese sentido, es inevitable conservar un halo de esperanza. Mientras haya una sola duda razonable y argumentada, objetiva, sensata, justificada… seguirán habiendo preguntas.
Y, en consecuencia, seguiremos obteniendo respuestas.