Fútbol-ficción y doble rasero

¿Y si los poderes fácticos y Bancaja hubiesen escogido a un gestor realmente preparado para los retos del siglo XXI, en lugar de a Manuel Llorente? ¿Habría sido entonces posible retener a tipos como Villa, Silva o Mata? ¿Y si Dalport se hubiese hecho con la propiedad del club en el año 2009? ¿Existiría el Valencia a fecha de hoy?


Al respetable le encanta. Supone la suma de nuestros dos entretenimientos favoritos: echar a  volar la imaginación y el deporte del balompié. Ocurrió el otro día, como siempre en un ambiente de lo más mundano, cuando un par de seguidores analizaban la temporada de Álvaro Negredo y sus opciones de cara a seguir el año que viene en la plantilla. “Jackson Martínez sí que era el fichaje, el negre eixe porta vint gols!”, espetó uno de ellos. Imagino que, ya por la noche y tras el tremendo meneo que le pegó el Bayern al Oporto, su euforia con respecto al cafetero (que, eso sí, volvió a marcar) sería algo menor.

El fútbol-ficción abunda particularmente en el ámbito de los delanteros. El axioma sólo tiene dos sentencias: aquel jugador de fallida incorporación era mucho mejor que el que aterrizó finalmente en el Valencia (aunque los números digan lo contrario), o bien el futbolista que vino es maravilloso, sin tacha, no como aquel que no fichó o que se marchó por la puerta de atrás, denostado y vilipendiado. La sequía de Negredo esta temporada sirve para el puntual recordatorio de que Jackson Martínez (“ese sí que le gustaba a Lim, tiene muy buen ojo”) era mil veces más delantero que el Tiburón. Recalcando siempre que procede la edad del vallecano (29 años) sin decir que el colombiano tiene sólo uno menos. Comparando el rendimiento goleador de uno y otro esta temporada, sin puntualizar que Negredo tuvo que ser intervenido en julio del quinto metatarsiano del pie, una lesión que (cualquiera metido en el mundo del fútbol lo sabe) es muy complicada de rehabilitar, mermando sus condiciones para la primera mitad de la temporada. Total, sentenciando que Jackson era el bueno y Negredo, un 'bluff' pagado a precio de oro.

El caso de Rodrigo es similar: al hispano-brasileño se le ha atizado esta campaña de lo lindo con su falta de acierto cara a portería en su primera temporada en la élite en nuestro país. Si bien es cierto que su papel podría haber sido más destacado (cualquiera que pise Paterna alguna vez sabe que el chico no está contento con su rendimiento y es el primero en exigirse más), el uso del dinero que costó como arma arrojadiza es, como poco, cuestionable. Para empezar, porque Rodrigo no fue el que decidió pagar 30 millones (más otros 10 en variables) por sus derechos futbolísticos; y, en segundo, porque el fútbol-ficción no asegura que esa inversión por otro jugador (el preferido por los soñadores para la comparativa es Antoine Griezmann) diese réditos de inmediato. Sí, el francés está cuajando un temporadón en el Manzanares, pero su rendimiento en el equipo de Nuno sería imposible de calibrar. Del mismo modo, quizá el Cholo habría ‘desbloqueado’ a un ansioso Rodrigo y el ariete llevaría más de una docena de tantos en Madrid, maravillando igual que el pasado año en el Benfica. Nuevamente, hacer proyecciones se antoja una quimera.

Resulta curioso, ahora que mencionamos al equipo lisboeta, el papel reservado hacia el torneo del país vecino y el doble rasero al que es sometido habitualmente. Para algunas corrientes de opinión, la Liga Portuguesa alberga la inusual cualidad de tener mayor o menor nivel en función del jugador del que se opina: si es Jonas el que mete veinte goles, es una liga menor, castañera, sin nivel competitivo; no obstante, un sector de defensores acérrimos de Rodrigo repiten hasta la saciedad que en 2014 cuajó un gran temporada y abultados guarismos goleadores en… efectivamente, la Liga Portuguesa. 

Enzo Pérez también se lleva su parte. Sus detractores le achacan su precio y “que no ha demostrado valer 25 millones”, e insinúan que destacar en aquel Benfica 2013-2014 en una liga despojada de potencial no es mérito suficiente para erigirse en jugador importante en el Valencia (imagino, entonces, que considerarán que la selección de Argentina también es un ‘equipito’). Al mismo tiempo, el mismo perfil de aficionado pero en la orilla contraria defendió y defiende al de Mendoza y su rendimiento alegando que fue el MVP del torneo, y que “nadie es el mejor jugador de una liga por casualidad”. ¡Qué duro debe de ser vivir en un doble rasero constante, tanto unos como otros!

Ahora que Chicharito está de moda (a cambio del módico precio de anotar un gol, un sólo gol de esos de empujarla), el fútbol-ficción nos permite recordar que, en el primer verano de Amadeo Salvo como presidente, obtener la cesión del mejicano fue su gran sueño. Una quimera fallida y que, pese a la lógica expectación mediática, nunca estuvo siquiera cerca de fructificar. Los sueños, sueños son. Salvo también soñaba con Fred, otrora ariete goleador titular con Brasil en la Copa Confederaciones 2013 y que, un año después, mutó en villano para la ‘torcida’ debido a su nefasto papel con la Seleçao en el Mundial. También pudo llegar al Valencia aquel verano, pero permaneció en su país. Llegaron, eso sí, Postiga y Pabón. Pocos serán capaces de aventurar si fue peor el remedio o la enfermedad.

¿Qué hubiese ocurrido si Piatti hubiese arrojado la toalla? El argentino, defenestrado por Djukic hace dos veranos, fue apartado y sistemáticamente descartado durante meses. Un miembro destacado de la directiva llegó a decir que, si el jugador no se buscaba una salida, lo tendrían en la grada (“o vendiendo Coca-Colas”) el tiempo que fuese necesario. El cordobés se aferró a su mentalidad, a su hambre y a motivos personales y sentimentales para agachar la cabeza y seguir currando. Otros habrían tirado por la vía fácil y buscado salir del club; Pablo Daniel, por su parte, se rebeló contra su destino y es actualmente uno de los jugadores fundamentales para Nuno esta temporada. Del suelo al cielo en apenas unos meses. En ocasiones, los sueños sí se hacen realidad.

Lo malo del fútbol-ficción es que vas cogiéndole el gusto y pillando carrerilla. ¿Qué fue de Pizzi? Allí anda el hombre, por México, al frente del León y recientemente ratificado. Nada que ver con su etapa en el Valencia, en la que pese a no conseguir el objetivo de entrar en Europa, sí consiguió insuflar de nuevo ilusión a la parroquia con la actitud mostrada por su (limitadísimo) equipo en la Europa League. ¿Habría cosechado Pizzi guarismos similares a los de Nuno esta temporada, con la plantilla de la que Nuno dispone? Es más: ¿seguiría Pizzi de haber conquistado la Europa League? Más preguntas sin aparente respuesta y pertenecientes al ámbito de la entelequia.

Estamos ‘on-fire’. Tiremos, pues, la casa de la especulación por la ventana. ¿Qué hubiese ocurrido en caso de un proceso de venta más profesional, más altruista, más serio, menos torticero? ¿Y si M’Bia se hubiese topado con el palo en el minuto 93? ¿Y si a Rami el tornillo le hubiese aguantado un tiempo más, en lugar de explotar en Granada, y todavía siguiese contaminando el vestuario? ¿Y si Federico Varona hubiese aguantado el pulso en abril de 2013, mantenido su cargo en la Fundación VCF e impulsado la democratización del club? ¿Y si los poderes fácticos y Bancaja hubiesen escogido a un gestor preparado realmente para los retos del siglo XXI, en lugar de a Manuel Llorente? ¿Habría sido entonces posible retener a tipos como Villa, Silva o Mata? ¿Y si Dalport se hubiese hecho con la propiedad del club en el año 2009? ¿Existiría el Valencia a fecha de hoy? ¿Y si Batiste Soler hubiese delegado el control del club en manos de un gestor solvente en 2004, en lugar de hacerlo en su incompetente hijo? Joder: ¿y si Pellegrino hubiese tirado aquel maldito penalti a la izquierda y no a la derecha?

¿Y si…? ¿Y si…?

Conste en acta que el fútbol-ficción es un ejercicio muy respetable y entretenidísimo en cualquier tertulia con amigos. Pero, si pretendemos un marco de debate deportivo serio, debe restringirse a ese y nada más que a ese ámbito. Todas las opciones barajadas anteriormente quedarán en el éter, resquicios de momentos puntuales de una historia que (como suele decirse) escriben los vencedores, aquellos que hacen del triunfo una seña de identidad tan potente capaz de esconder bajo la alfombra la cara menos agradable de los hechos. Las realidades alternativas, el “What if?” que el mundo del tebeo cultiva desde hace medio siglo para narrar esas aventuras que jamás tendrán lugar, sólo proporcionan a quien las proyecta una dosis potente pero efímera de alegría o depresión, a gusto del consumidor. En una sociedad tan pirotécnica como la valenciana, hacer bandera del fútbol-ficción supone cargar a cuestas con kilos de material inflamable, listo para entrar en combustión al menor giro de guión.

Personalmente, prefiero ir más atrás en el tiempo a la hora de abrir el abanico de posibilidades que la historia nos pudo conceder. Si hay que elegir un instante, escojamos bien. Concretamente, ubiquémonos a principios de los años noventa, cuando una masa social desmemoriada y enardecida por el 'agit-prop' despidió con gritos de “¡suelta los duros!” a don Arturo Tuzón, artífice hasta la fecha del milagroso resucitar de un club que había dado tristemente con sus huesos en Segunda en 1986. Y lo había hecho con fe, dignidad, originalidad, trabajo a destajo y una implicación y esfuerzo titánicos que impregnaron todos los estamentos de la institución. "Servir al club, y no servirse del club" (Rafa Lahuerta dixit). A saber qué habría sido de un Valencia CF comandado no por mangantes y figurantes en su directiva, sino por hombres que hacían gala de su militancia y empleaban la honradez como principal arma. Como única arma. Un arma noble, sin duda, para tiempos más civilizados.

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