El futbolista todavía no ha dicho públicamente que se quiera ir. Tampoco lo contario.
Cuando el agente de Otamendi anunció que el ciclo de su representado en el Valencia había terminado, Amadeo Salvo puso como condición para su salida que el internacional argentino mostrara públicamente su deseo de marcharse y que pagara la cláusula íntegra. Es algo que, aparentemente, no tiene mucho sentido porque si el jugador deposita el dinero estimado para rescindir su contrato (50 millones de euros), no tiene por qué decir nada. Al Valencia le queda el derecho de exigir el pago al contado más el IRPF por lo que la suma se multiplicaría ostensiblemente. El presidente ejecutivo del Valencia advierte en este sentido pero hay más porque el silencio de Otamendi es fundamental en la partida de cartas.
Ya calificamos aquí la táctica del central argentino como una falta de respeto pero desde su perspectiva tiene sentido. Mientras él no hable siempre puede argumentar, si al final se ve obligado a quedarse, que su agente actuó con independencia y que su verdadera intención siempre ha sido quedarse en el Valencia. Hace poco menos de un mes, durante el acto de renovación de Gayà Rufete señaló que nadie había dicho "que Otamendi se quiera ir" . Éste hecho parece que molestó especialmente al jugador y al agente porque, efectivamente, ellos sí le habíán trasladado al club su intención de salir. Nada es casual y hasta los matices lingüísticos ("nadie ha dicho que se quiera ir" frente a "Otamendi no ha dicho públicamente que se quiera ir") son decisivos.
Se toma como ley la máxima de que los futbolistas acaban jugando donde quieren pero no es así. Precisamente Otamendi lo debería saber casi de primera mano porque su mentor en el Valencia, Fabián Ayala, ya pasó por eso. El ex futbolista del blanquinegro, además, sí que salió a la palestra para mostrar su voluntad públicamente y ni por esas.