Se intenta camuflar el raje malicioso al técnico aullando que «el Valencia no juega a nada» estas últimas semanas, denunciando la ausencia de fútbol atractivo en estos compases iniciales como si el combinado del año pasado fuese el Milán de Sacchi o el Ajax de Cruyff.
El pueblo está triste porque terminó agosto y toca volver a la rutina: trabajo, atascos, regreso a las clases… y el retorno del fútbol de competición. Buen momento para olvidar situaciones típicamente veraniegas como los atracos en los chiringuitos o las ‘clavadas’ en negocios hosteleros de dudosa moralidad (¡hola, ‘Juan y Andrea’ de Formentera!). Las facturas desproporcionadas, sin embargo, no se limitan sólo al ámbito de la hostelería. Echen, sino, un vistazo a la bronca que se armó en Mestalla el pasado fin de semana.
El personal anda calentito con Nuno, y es evidente que las cuitas van mucho más allá de lo futbolístico. Recuerden sino el partido de presentación y la espectacular pitada recibida por el ex guardameta sin que la pelota siquiera hubiese echado a rodar. El respetable está de uñas con el técnico porque, a raíz del culebrón Rodrigo Caio, lo considera culpable de la salida por la puerta de atrás de dos figuras con calado entre la masa social. “¡Culpable!” El aparato mediático del ‘stablishment’ anterior señaló sin ningún tipo de pudor al portugués en aquellos últimos días de junio, un traidor a la causa, una mala persona, un advenedizo que no sabía dónde se metía. Y una parte de la hinchada creyó dicho discurso a pies juntillas. Sin fisuras. De nada sirve puntualizar que el verdadero detonante y catalizador de la marcha de Amadeo Salvo y Rufete es portugués, sí, pero no se llama Nuno; y que el dueño del corral, Peter Lim, fue el que tomó la decisión en última instancia. El estigma fue clavado en la frente del míster a martillazos, a golpe de columna de opinión y de tuits incendiarios. Pim-pam-pum.
Dejémonos de distracciones y destilemos el debate a lo esencial: como no hay pelotas a meterse con Peter, se le atiza a Nuno. Nada nuevo bajo el sol.
Si a esa lectura le sumamos que Nuno, tres años de contrato mediante, no se amilana y está lo suficientemente “confiante” (sic) como para poner el pechito mientras arrecia la tormenta y llueven los palos, ya tienen ustedes un caldo de cultivo perfecto para el conflicto.
Cualquiera que conozca algo la Ciudad Deportiva de Paterna (para eso, hay que pisarla de vez en cuando) sabe que la convivencia entre Rufete y Nuno no fue fácil desde el primer día. Y que siempre dio la sensación de que el entrenador esperaba tener mayores atribuciones, casi como si le hubiesen prometido unas condiciones al aterrizar y el panorama que se encontró fuese muy diferente. Adjetivos como ‘fría’ o ‘tirante’ definen dicha relación de manera bastante precisa. En este sentido, es de justicia reconocer el mérito profesional de Rufete en sus dos años de labor por haber acertado en fichajes clave como Otamendi o Mustafi (o Keita, denostado por algunos pero cuya jerarquía se echa en falta), con su correspondiente ración de incorporaciones que no funcionaron (Vinicius Araujo, Senderos, etc.); por su notable aportación a la Academia del Valencia (parece que la nomenclatura GloVal ha pasado a mejor vida, si atendemos a los comunicados oficiales); y, sobre todo, por haber sido hombre de club hasta el último día. Públicamente, ni una palabra más alta que otra. Gracias, Rufo. Los trapos sucios se lavan en casa.
Otro argumento que desnuda la realidad de las tortas a Espírito Santo: el fútbol mostrado por el Valencia en estos compases iniciales de temporada apenas difiere del que vimos el año pasado. Se intenta camuflar el raje malicioso al técnico aullando que "el Valencia no juega a nada" estas últimas semanas, denunciando la ausencia de fútbol atractivo en estos compases iniciales como si el combinado del año pasado fuese el Milán de Sacchi o el Ajax de Cruyff. Dos puntualizaciones: en primer lugar, el Valencia sí juega a algo, aunque es obvio que se trata de un balompié de digestión pesada, rudimentario y que apuesta todo al rojo (solidez defensiva sumado a efectividad en ataque); y en segundo, que el año pasado la clasificación y los 77 puntos acumulados demostraron que no es necesario un fútbol preciosista y arrebatador para llevar a cabo la faena. En eso, el Valencia es fiel reflejo de su preparador: la línea recta como camino más corto, cero alardes y mucho picar piedra.
En definitiva, lo de siempre en ambos espectros del entorno: cambiar el paso, virar las velas en dirección contraria, visitar el armario a buscar una nueva chaqueta. Nuno ha pasado de técnico inmaculado con apellido de santoral a saco de boxeo terrenal (y viceversa). Peter Lim ya no es infalible (o viceversa). Jorge Mendes (George, siempre George) es ya para muchos un elemento sospechoso y tóxico, cuando hace un año era intocable (y viceversa). ¿Ver para creer? No, oigan. Ha pasado toda la vida: cuanto más se adentra uno en la jungla de intereses, más difícil tiene salir de ella sin un rasguño. ¡Papelito!
Por el contrario, si usted es consecuente, si usted ya vio cosas en el plano futbolístico que la campaña anterior le dejaron mal sabor de boca (cuando criticar el juego del equipo estaba mal visto), si usted piensa que Nuno tiene todavía mucho camino por recorrer en lo que respecta a la lectura de los partidos y las sustituciones (cuáles hacer, y especialmente cuándo hacerlas), si usted se llevó un palazo importante con la injustificable eliminación copera, si usted celebró con gozo el gol de Alcácer en Almería pero le quedó el regusto amargo de pensar que se podrían haber alcanzado y rebasado ampliamente los 80 puntos en Liga… Por el amor de Dios, haga el favor de no cambiar. El inconformismo constructivo es el camino. No se sorprenda de tanta ira a su alrededor. Ni se deje llevar por ella, tan voluble y efímera por estos lares.
A lo que íbamos: el tema aburre, damas y caballeros. Centrémonos en el fútbol.
FONDO DE ARMARIO A PRECIO DE ALTA COSTURA
Se cerró el ‘mercato’ y Peter Lim no sorprendió este año a su hinchada con una guinda para la actual escuadra blanquinegra. No hubo ‘bomba’ de última hora. Desde hacía días que la hipotética salida de Feghouli se había abortado, un ‘tapón’ que evitaba concretar operaciones como la incorporación de Cherysev (estuvo cerca) u otros movimientos en plantilla, como cesiones de futbolistas sin sitio. Para poder entrar, hay que dejar salir.
Además, la lesión de menisco de Maty Ryan veinticuatro horas antes del cierre del mercado agravó la situación todavía más, obligando al club a mantener a cuatro porteros (¡cuatro!) en nómina hasta el 1 de enero de 2016 y propiciando un escenario alucinante: un lesionado de larga duración (Alves), otro de baja mes y medio (el australiano) y dos metas a los cuales Nuno, a tenor de lo visto este verano, no parece tenerles excesiva fe. De ahí que el mismo lunes, George (en un ratillo libre a lo largo de una tarde-noche intensa centrada en el tema De Gea) moviese hilos en Francia para tantear la opción Sirigu. Finalmente todo quedó en agua de borrajas y el técnico deberá extraer todo el jugo a sus dos porteros sanos, uno de los cuales (Jaume) está pendiente de anunciar su renovación de manera oficial por tres temporadas. La carambola acabó afectando a Bakkali, que se ha quedado sin ficha para la Liga de Campeones debido a la necesidad de inscribir a los tres porteros (Ryan, Jaume, Yoel) y a Toni Sivera como guardameta de la cantera.
Tras cuatro partidos oficiales (dos de Champions y dos de Liga), podemos empezar a extraer conclusiones respecto a la política de fichajes (¡y de precios!) que el Valencia ha llevado a cabo este verano. Precisamente Rufete nos daba una pista un par de meses antes de su salida del club, cuando el informe elaborado por su secretaría técnica definía a Cancelo como un jugador con gran potencial pero cuyo precio, a priori, era excesivo para su rendimiento en el terreno de juego. El de Benejuzar estimaba que el club debía negociar para incorporar al lateral derecho por unos 8 o 10 millones de euros.
Semanas después, el Valencia se hizo con el jugador tras pagar 15 millones al Benfica. Poderío.
Un caso similar (ya arrancado el mercado veraniego) es el de Santi Mina, jugador asesorado por George desde hace un par de años. Consciente de su calidad y a sabiendas de la dificultad de retenerlo, los rectores del Celta se preparaban para una negociación enconada para sacarle todo el jugo a un futbolista con un margen de progresión espectacular. De ahí su sorpresa (y la de parte de la familia del propio atacante) cuando emisarios valencianistas se presentaron en Vigo con los 10 millones de euros correspondientes a su cláusula de rescisión.
Más dinerales: Danilo Barbosa. A la espera de conocer qué ocurre con sus derechos, lo cierto es que el club deberá abonar 15 millones de euros en verano de 2016 al Sporting de Braga (ninguna fuente oficial aclara si por el 50% o el 100% de su pase), a los que sumar los 250.000 euros de su cesión por esta temporada. En el caso de Aderlan Santos, el propio equipo vendedor anunció hace unos días que el Valencia ha pagado 9,5 millones de euros por el central de 26 años.
Quizá los casos más justificables sean los del portero y el central, los encargados de suplir las complicadas ausencias de Alves (baja de larga duración) y de Otamendi (vendido, en una operación a todas luces notable, por 45 millones al Manchester City). Maty Ryan supuso un desembolso de 7 millones de euros, mientras que el tunecino Aymen Abdennour podría alcanzar los 30 ‘kilos’ si todas las variables incluidas en la operación se cumplen. Sólo en el caso de Bakkali, y gracias al poder de George, el Valencia no ha tenido que pagar ni un euro por el traspaso, aunque es cierto que el extremo aterriza con un salario nada desdeñable, próximo a los dos millones por temporada.
En resumen, el Valencia se ha gastado casi 72 millones de euros en fichajes. Si sumamos los 90 ‘kilos’ en las compras en propiedad de Yoel, Negredo, Cancelo, André Gomes y Rodrigo… Hagan cuentas ustedes. Es mucho dinero.
Y, sin embargo… El once titular ‘tipo’ adivinado en el arranque de la actual campaña apenas sufre modificaciones con respecto a lo visto el año pasado. De las nuevas incorporaciones, ‘sólo’ Ryan y Abdennour partían como teóricos titulares. La desgraciada lesión del meta reduce dicha circunstancia al ex central del Mónaco. El resto son los mismos: Barragán, Mustafi (que ha dado un paso al frente y reclama mando en plaza), Gayà, Javi Fuego, Parejo, Enzo Pérez (veremos quién se queda fuera cuando regrese André), Feghouli, Rodrigo, Piatti, De Paul, Alcácer, Negredo… Los mismos trece o catorce futbolistas que amasaron gran parte de los minutos la temporada pasada.
La valoración de los fichajes es una de las preguntas-trampa más extendidas en el fútbol moderno. Sólo nueve meses de competición permiten valorar el rendimiento de dichos futbolistas. Por eso, es imposible sentenciar que el Valencia ha fichado “bien” o “mal” este mercado. La única realidad es que esta factura también ha salido 'por un pico': se ha fichado caro, y eso hay que achacarlo a la particular forma de proceder del Manager General ‘in pectore’ (Nuno) y de su ‘consiliario’ (Mendes), siempre con el beneplácito del máximo accionista (Peter). Ninguno de los tres se nos antoja como el Rufete, Braulio o Fernando de turno, ajustando el precio al máximo y mirando cuidadosamente cada moneda que se gasta. De hecho, sólo la amenaza del ‘fair-play financiero’ parece actuar como circunstancial tope para limitar su margen de maniobra.
La inversión en fichajes en los últimos catorce meses es una de las más importantes de la historia del Valencia. El resultado, a vuelapluma, es una plantilla con mayor profundidad que la del año pasado, con su juventud insultante como seña de identidad más pronunciada y dos futbolistas por puesto, así como la polivalencia de varios hombres (Cancelo, Orban, Gayà, Enzo, De Paul…) para suplir eventuales contratiempos.
Como reclamábamos la temporada pasada, se ha retenido el 90% del bloque que alcanzó los 77 puntos y la cuarta posición, por lo que se puede esperar que su consolidación, mejora y crecimiento otorgue un mayor empaque al conjunto, mientras Nuno introduce progresivamente las nuevas piezas –que han costado muchos millones- dentro del engranaje, convirtiendo los 'fichajes' en 'refuerzos'. El Valencia ha ampliado su fondo de armario a precio de alta costura, pero en una temporada con tres competiciones y la Champions como faro ilusionante, quizá sea la única manera de evitar quedar en pelotas (como ocurrió en Copa el año pasado) cuando lleguen los rigores del invierno.