“El fútbol es para listos”, decía Aragonés en la final de la Eurocopa 2008, instigando a sus hombres a provocar a Schweinsteiger “porque el rubio se calienta como la madre que lo parió”. ¿Era elegante? No. ¿Era caballeroso? Ni de coña. Pero era tangible, era real como la vida misma. Era, es y será fútbol.
Dicen que escribir en caliente es al tiempo la mejor y la peor forma de hacerlo. Que la crudeza de las palabras que salen a borbotones de un teclado aporreado con furia es incomparable… y que precisamente ese estilo, poco depurado y tosco, convierte a esos textos escritos con las entrañas en poco aptos para el gran público. Disculpen pues el ocasional exabrupto (me arruinaría a base de multas si viviésemos en la distopia de ‘Demolition Man’) y no me lo tengan en cuenta.
POR QUITARNOS DE EN MEDIO EL DEBATE DEL FÚTBOL…
Sí, el Valencia ha pillado una costumbre muy fea: la de ‘regalar’ 45 minutos cada fin de semana al rival, al éter o vaya usted a saber quién. En San Mamés, como ya ocurriese en la primera mitad ante el Villarreal, no se vio al tercero de la Liga. Ni rastro de un equipo dominante, autoritario, ambicioso. De hecho, el último cuarto de hora del primer periodo apenas pasó del centro del campo en tres ocasiones; el Athletic de Bilbao, por el contrario, merodeaba con facilidad la meta de Alves. Diego volvió a ser capital una vez más, pero al mejor portero de la Liga se le paga precisamente para eso, para marcar diferencias y salvar puntos.
Con todo, el 0-0 con el que arrancó la segunda mitad no era un resultado descabellado visto lo timorato de los visitantes y lo impotente de los locales. Aduriz parecía más preocupado en partirse la cara con Otamendi que en jugar para el equipo; Orban, exuberante en el primer acto en la contención de Iñaki Williams, se vio cada vez más exigido por la ‘gacela’ bilbaína tras el entretiempo. El Valencia no llegaba; el Athletic lo hacía poco, a trancas y barrancas, pero apenas un pasatiempo para Alves. En estas, llegó el gran gol blanquinegro, en una acción que denotó los litros de calidad que chorrean de una delantera joven pero sobradamente preparada. Rodrigo, Paco, De Paul, pase a la red. 0-1 y los mejores minutos del equipo, que pudo golear si Rodrigo (el pobre está gafado) hubiese acertado con el arco. Salió Negredo y demostró que, aún sin estar físicamente para grandes alardes, es un factor diferencial imposible de calibrar. Con el 0-2 sobrevolando San Mamés, Teixeira cobró protagonismo. Primero Otamendi, luego el gol ilegal concedido a Aduriz. Como suele decirse, el resto es historia.
EL GLOVAL RESPECT FUE UN ERROR
Y lo digo alto y claro, aunque suene impopular. Ya, ya sabemos lo que algún lector estará pensando: “¿Qué ejemplo le das a los niños?”, “los chicos tienen que tener roles y modelos de comportamiento sanos”, etc. Muy bonito todo. De hecho, ahí va una noticia bomba: siempre han existido esos roles en Paterna, en la escuela. Los chavales siempre han tenido a sus ídolos, referentes, espejos en los que mirarse. Esos valores siempre se han transmitido en la cantera, y lo harán permanentemente. El GloVal Respect no existía en los ochenta, y al Valencia no le fue mal con los Arias, Camarasa, Giner, Voro, Fernando, Quique… Sentían ‘el ferro’ y nadie hubo de metérselo a machamartillo en la cabeza. Y cuando había que bajar al barro, esos jugadores bajaban y se revolcaban en la mugre sin titubear. El error no son los valores a inculcar, sino agruparlos bajo un paraguas en forma de 'marca' o sello que vender al exterior.
Esto es competición, caballeros. Esto es élite. Y el GloVal Respect, a fecha de hoy, ha servido como un (innegable) novedoso ejercicio de relaciones públicas y, por descontado, como arma arrojadiza siempre que el Valencia osa alzar la voz cuando padece en carne propia una canallada como la de Bilbao. La frase de Amadeo Salvo (“nuestro GloVal Respect queda en segundo lugar porque el respeto al Valencia y a su afición está por encima") será sin dudarlo tildada de hipócrita precisamente por el hincapié que se hizo todo el pasado año en no protestar, no hablar de los árbitros y demás actitudes buenistas que, como podemos comprobar a menudo, han funcionado ‘de maravilla’, ¿verdad?
El GloVal Respect se debe promover de puertas para adentro, y debe perseverar, asentarse y perpetuarse. Pero en Primera, en Europa, en la élite, hay que dejar de ser unos primaveras de una santa vez. “El fútbol es para listos”, decía Aragonés en la final de la Eurocopa 2008, instigando a sus hombres a provocar a Schweinsteiger “porque el rubio se calienta como la madre que lo parió”. ¿Era elegante? No. ¿Era caballeroso? Ni de coña. Pero era tangible, era real como la vida misma. Era, es y será fútbol. Y por eso ganamos aquel torneo. Y por eso seguirán tomando al club por el pito del sereno mientras no haya una coordinación de todos los estamentos, cada uno en su parcela, para dejar a un lado buenrrollismos y utopías conductuales y empezar a ‘trabajarse’ los despachos, la presión mediática, las ruedas de prensa, las actitudes de los jugadores dentro del césped… Al Valencia de 2004 le hablas de GloVal Respect y se descojona en tu cara. El GloVal Respect, para formar a las promesas en la Academia. En la élite, a ganar. Todo suma. Las contundentes y durísimas intervenciones de Salvo y Nuno tras el monumental atraco de esta jornada son, en este sentido, un paso en la buena dirección.
NUNO Y EL VENENO DE BIELSA
Si bien es cierto que tácticamente se le pueden achacar lagunas en los choques ante Villarreal y Athletic Club (también la polémica del césped seco en Mestalla, aunque sospecho que el míster es el primer arrepentido de haber cambiado hábitos en función de un ‘submarino’ de capa caída), el manejo de los tiempos tras el varapalo en Bilbao fue excelente. Estos días ha copado portadas y suscitado elogios la impecable arenga de Marcelo Bielsa a sus muchachos del Marsella tras perder ante el Paris Saint-Germain. “Traguen veneno” como forma de vida. Nuno, a su manera, también invitó al valencianismo a tragar veneno y a transformar la rabia en energía positiva. Lo hizo apelando a terceros, a fuerzas que jamás sabremos si existen o no. “Si hay alguien que quiere que el Valencia no consiga sus objetivos, se equivoca. Vamos a lograrlo. Esto nos hace fuertes”, dijo el portugués.
“No nos van a frenar”. El mantra es oportuno, cierto y contundente. Lo de Bilbao debe abrir los ojos a una masa social que ha pasado del drama más absoluto en 2014 a la ilusión del presente 2015, y que debe rematarse con una clasificación para Champions. Principalmente, para reevaluar el objetivo y valorar su tremenda dificiultad. Lejana parece ya la humareda de pelear la Liga, poco menos que el sueño de una noche de verano. El ‘stablishment’ lo convirtió en una quimera desde el momento justo en que a alguien se le ocurrió verbalizarlo. Nuno siempre lo supo y por eso repitió como un poseso que la Champions era el objetivo. Viendo la tabla, el técnico y la plantilla dieron en la diana. Habrá que sudar sangre, perder vida y arrastrar el corazón por el suelo para hincarle el diente a una de esas cuatro codiciadas plazas. Para ello, la gente debe estar enchufada. Todos debemos: joder, profesionalmente una temporada sin Champions es durísima para cualquier periodista que se precie de serlo. El hincha debe regresar a su papel: enervado y ‘caliente’ en Mestalla en los cuatro partidos que restan en territorio local. 49.000 personas se dieron cita ante el Villarreal y extrañó cuanto menos el ambiente de cierta relajación, de “ya llegará el triunfo”, de tarde normal y corriente. Teixeira Vitienes mediante, Nuno se ha garantizado un arma muy poderosa de aquí a final de año: el apoyo, más fiel e inquebrantable que nunca, de la envenenada y enrabietada hinchada blanquinegra.
TECNOLOGÍA CON URGENCIA
El esperpento protagonizado por Fernando Teixeira Vitienes, unido a otro par de errores flagrantes de carácter técnico cometidos por Velasco Carballo en Orriols días atrás (¡señaló fuera de juego a un futbolista que recibió el balón de un saque de banda!), confirma la alarmante inutilidad que se ha instaurado desde hace años en el estamento arbitral. Nada nuevo bajo el sol. En la redacción del acta, sin embargo, vemos otra generosa aportación al fuego de la polémica en el quinto apartado, en el que Teixeira observó “que se repetía la jugada (del gol) en los videomarcadores del estadio”. Claro, la jugada del gol… y del fuera de juego clamoroso que debería haberlo anulado. La tecnología retrató al colegiado, como al borracho que recibe ese vídeo de su boca-a-boca en pleno frenesí etílico con la más fea de la discoteca la noche anterior. Culpable. Su anotación en el acta no hace más que evidenciar el malestar del trencilla. Puede que al Athletic le caiga una multa por hacerlo (la UEFA prohíbe las repeticiones en los estadios), pero el sonrojo del colegiado cántabro queda ya para los libros de historia.
Soy extremadamente paliza con este tema, y lo seré hasta que me quede sin huellas dactilares de teclear: la tecnología debe aterrizar en el fútbol de una santa vez. Eso, y un Comité Técnico de Árbitros que sea comité, que sea técnico y esté configurado por árbitros de verdad, de los serios, no por tres colegas con buenos ‘padrinos’. Y árbitros 100% profesionales, dedicados en cuerpo y alma al arbitraje (que bastante bien remunerado está en la élite como para compaginarlo con otros trabajos) y que sean premiados y penalizados conforme a sus méritos y actuaciones, no a los ‘neverazos’ aleatorios a aquellos trencillas sin influencia y blindajes vergonzosos al colegiado pelota de turno.
Pero como esto es mucho pedir, me centraré en la tecnología. En lo sencillo que sería, en un partido como el de San Mamés, otorgar un par de opciones de ‘replay’ a cada banquillo, y emplear diez segundos (literalmente diez segundos) en una carrerita del árbitro a la banda a revisar en un monitor si la jugada del gol de Aduriz era o no fuera de juego. O si la acción de Otamendi era o no merecedora de cartulina roja. Diez segundos. Y nos ahorraríamos dramas innecesarios, cabreos absurdos y debates estériles. Cierto es que el ‘replay’ debería ser utilizado por árbitros que, no sé, CONOCIESEN SU PROPIO REGLAMENTO. Velasco Carballo, por ejemplo, demostró hace unos días no habérselo leído en bastante tiempo. Los ‘clásicos’ y puretas contraatacan: “¡La tecnología desvirtuaría el fútbol, le quitaría la salsa, la polémica, la emoción!” Tranquilamente les doy permiso para que puedan chapotear en litros y litros de salsa, en una piscina entera, si les apetece. Esto es un deporte de élite, pero también un negocio. Un arbitraje lamentable de Clos Gómez en Sevilla privó al Valencia de meterse en Champions: eso son muchos millones de euros perdidos por la incompetencia de un señor. Y ya ni siquiera hablamos de las casas de apuestas, quinielas e ilusiones truncadas de ese simpático hombre con un boleto millonario en su mano y al que el clásico penalti regalado al equipo grande de turno le destroza un pleno al quince que le solucionaría la vida.
El ‘replay’ solucionaría todo eso y mucho más… pero no quieren instaurarlo. La FIFA se opone pese a que en las grandes ligas americanas (la NBA de basket, la NHL de hockey, la NFL de fútbol americano…) está empleándose con éxito desde hace décadas. Quizá, porque eliminaría ese componente tan fuera de la ley que es el factor humano. "A veces te dan, a veces te quitan"… ¡y un huevo! Quizá porque, una vez automatizado un arbitraje más imparcial, se destaparía el pastel de que hay unos equipos con una particular ‘suerte’ a la hora de salir beneficiados. Quién sabe, quizá incluso estoy tirando piedras contra mi tejado y la eliminación de la polémica arbitral dejaría muchas tertulias periodísticas huérfanas. En mi caso, es un precio que estoy dispuesto a pagar: hay infinidad de temas deportivos más interesantes sobre los que platicar.
LLEGA EL DERBI
Con todo, en unos días tenemos otro derbi valenciano en Mestalla. Un partido diferente, que no entiende de favoritismos ni de estados de forma, como se constató en la primera vuelta con aquel gol espectacular de Morales (2-1). El Valencia no puede ceder más puntos en casa si no quiere ver cómo el Sevilla le aprieta más la soga en la lucha por la Champions. El Levante, por su parte, llega tras dos buenos partidos de forma consecutiva, aunque sigue sin respirar tranquilo al tener más cerca de lo deseado el descenso. Ambos se lamen las heridas infligidas por árbitros inútiles, dícese de aquellos que no sirven para nada. Algo bueno tenía que tener tanto desmán perpetrado por sinvergüenzas y ‘furtapollastres’: mientras los valencianos nos rebelamos ante el agravio exterior, al menos, no encontramos el tiempo necesario para pelearnos entre nosotros.