En aquella época, el Valencia era la risa de Europa cuando llegaban los duelos contra rivales directos. Ahora, el cagómetro visitante se dispara cuando sus hombres pisan la Avenida de Suecia. Diferencias tan ‘sutiles’ como un martillazo en la cabeza.
Se ganó, como era de esperar, a la Real Sociedad en Mestalla. 53 puntos. Domingo de altas temperaturas, mascletà y felicidad plena después de que Sevilla y Atlético también cumpliesen con el guión soñado (al menos, para quien esto escribe) y acabasen en tablas, con un par de daños colaterales en el bando colchonero en forma de sanciones para Griezmann y Miranda.
Pese a lo indudablemente bien que le está yendo al Valencia con la actual filosofía, el ‘caloret’ parece haber hecho mella en las mentes más calenturientas, lanzando un mensaje desproporcionado a trece jornadas del final del torneo (“el Valencia debe pelear la Liga, está a ocho puntos del líder”) unido a la habitual venta de ilusión, que un sector de la afición ‘compra’ con todo su buen corazón, presa de una ansiedad propia del que lleva siete años sin saborear un título. Respetable, pero irreal. Hablar de campeonar en la jornada 25 de Liga es una irresponsabilidad no por las sensaciones que transmite el equipo, sino por pura matemática.
Por fortuna, el vestuario respira de una manera completamente diferente. Los adláteres del ‘cholismo’ atribuyen a Simeone la paternidad del consabido “partido a partido”, martilleando con la frasecita como si quisiesen hacernos olvidar a todos que hace más de una década, el propio Rafa Benítez (igual que decenas de entrenadores antes que él) ya manejaba tanto la frase como dicha filosofía. Con Nuno, los jugadores miran todavía más cerca: “Día a día”. Un par de jornadas de pesquisas internas revelan que la caseta no mira más allá del objetivo Champions y de la cuarta plaza… a fecha de hoy. Su misión es acudir a Paterna, entrenar fuerte y convencer al técnico para jugar. ¿Lo demás? Ya se verá.
EL TRABAJO ENTRE BAMBALINAS
“Nunca había visto a la gente tan metida y entrenando tan fuerte a diario”, comentan algunos de ellos en privado, donde sí pueden expresarse con libertad. Públicamente, tanto Lucas Orban como Paco Alcácer han dejado claro en los últimos días que la plantilla no puede permitirse el lujo de caer en triunfalismos ni vender humo sin que haya un fuego real que lo genere. Por fortuna, el mensaje público coincide con el fuero interno de cada uno de ellos. Eso es mérito indudable de Nuno y sus colaboradores: los chavales van a la Ciudad Deportiva mentalizados de que bajar el pistón de la exigencia no sólo les arrebatará la titularidad, sino que incluso pueden quedarse fuera de la lista de convocados el fin de semana. Así de caro está el tener un puesto en el actual Valencia.
El ejemplo perfecto de compromiso lo encarna Nicolás Otamendi. Una de las estampas más escalofriantes del pasado fin de semana llegó de la mano del sonido ambiente recogido por uno de los micrófonos ubicados en la banda de Mestalla, que cazó con nitidez los alaridos de dolor del argentino mientras se retorcía en el verde con el tobillo hecho un auténtico cromo. El involuntario pisotón de Enzo Pérez dejó a Otamendi maltrecho, herido y fuera de combate, lo que no impidió que regresase al terreno de juego a completar la primera mitad ante la Real. Nico es de hierro, una roca, pero en el cuerpo técnico consideran que hay que frenarle. El jugador trabaja a contrarreloj para llegar a tiempo al choque del Calderón, pero un esguince de grado dos no sana solamente a base de fuerza de voluntad.
Se pone sobre el tapete el ejemplo de su milagrosa recuperación en la anterior lesión de tobillo padecida ante el FC Barcelona, que no le impidió estar listo cuatro días después para ganar en Vallecas y disputar los noventa minutos al completo. Tres factores juegan esta vez en su contra: la afectación del ligamento existe, mientras que a finales de 2014 se trataba de un esguince de menor gravedad; Otamendi (esta es información que no transcendió en su día) padeció terribles molestias durante más de tres semanas después de forzar ante el Rayo, convirtiendo diciembre en su particular calvario personal de vendajes compresivos, calmantes, problemas para reposar en su domicilio, etc; y, finalmente, que Nuno no está dispuesto a arriesgar ante la posibilidad de una recaída más grave que le deje sin el argentino durante varias semanas.
La vez anterior, Otamendi impuso su voluntad, desoyendo los consejos de los servicios médicos y del propio técnico. “Míster, voy a jugar”. Y jugó, por sus santos cojones y aunque luego pasase un mes con terribles dolores en la articulación. Esta vez, y pese a la intención férrea del central de estar disponible en el Calderón, es posible que sea el propio Nuno el que le pare los pies. Mejor perder al baluarte en defensa un partido que arriesgarse a que se ausente varias semanas de competición. Es de cajón.
LAGRIMONES POR EL REGRESO DEL BUEN FÚTBOL
Otamendi no disputó la segunda mitad ante la Real debido a ese desafortunado percance, pero nadie se dio cuenta. Principalmente, porque el equipo vasco sólo disparó a puerta una vez en todo el partido, un lanzamiento que no supuso problema para Diego Alves. El guardameta, vital en gran parte de los compromisos que el Valencia ha sacado adelante, apenas rompió a sudar el domingo. Y el mérito hay que otorgárselo al equipo, que llevó a cabo uno de los partidos más completos de la temporada tanto en ataque como en defensa. En retaguardia, el trabajo de los laterales fue magnífico, mientras que Javi Fuego volvió a tirar de galones para poner el cerrojo a la parcela ancha: el asturiano, junto a Enzo y Parejo, volvió a mandar en la medular. Esa es una de las ventajas de jugar bien al fútbol: el rival no te genera peligro, ni ocasiones, ni siquiera unas ligeras cosquillas que pongan en duda el marcador.
El Valencia jugó un partido completo y de nuevo los delanteros se quedaron sin marcar. Ni Negredo ni Rodrigo vieron puerta, pero… ¿a alguien le importa? Que tus ‘nueves’ estén en racha y finos en la definición es una buena manera de sacar adelante partidos pestosos, apretados, ajustados, en los que requieres de un destello o fogonazo de calidad para imponerte en el marcador. ¿Pero son necesarios sus goles cuando el equipo practica un fútbol de calidad? No tanto. Esa es la ventaja con la que juega el actual Valencia: con partidos como el del domingo ante la Real, no es necesario que Negredo anote, que Rodrigo acierte con el arco o que Alcácer (ya recuperado) haga magia en área pequeña. Basta con dos llegadas desde segunda línea de Piatti para tumbar a un rival que ya estaba pidiendo la hora en el minuto 50. Pablo Daniel ejecutó y sumó dos goletes más a su cuenta, pero podrían haber marcado Feghouli, o Parejo, o Enzo… Por cierto, Pérez cuajó su mejor partido como valencianista, su actuación más completa. Poco a poco va saliendo del caparazón y mostrando que, si bien quizá 25 millones siguen siendo muchos, es un pelotero magnífico, digno de un Valencia de Champions.
Al respecto, un pequeño inciso para comentar un asunto ciertamente indignante. Llevamos ya varios años recalcando a menudo la tremenda desigualdad existente en el campeonato patrio (#LigaDeMierda), traducida en puntuaciones desorbitadas, Ligas de cien puntos y goleadas escandalosas jornada a jornada. La potente inversión del Valencia el pasado verano, la calidad de sus hombres, la mano del entrenador y la ilusión del valencianismo han logrado, al unísono, alcanzar la jornada 25 con los mejores guarismos ligueros de la historia: 53 puntos que ya no te quita nadie, a falta de 39 por disputarse. Y, por el momento, sólo sirven para ocupar la cuarta posición en la tabla, que obliga a jugar dos rondas previas para acceder a la Champions el año que viene.
Tomando en consideración el calendario, los precedentes, la fortaleza inexpugnable en la que se ha convertido Mestalla, el hecho que los de Nuno no tengan que desgastarse en otros torneos… es realista proyectar un Valencia que alcance, con esfuerzo, trabajo y una pizca de suerte, unos 78-80 puntos al finalizar la temporada 2014-2015. Sería, de concretarse, el mejor Valencia liguero de todos los tiempos. Y, tal y como está montado este tinglado… apenas serviría para terminar terceros debido a que es virtualmente imposible (por plantillas, por arbitrajes, etc) que ni Madrid ni Barcelona (ni Atlético, aunque hinque la rodilla ante los blanquinegros este fin de semana) se dejen apenas puntos por el camino. Lo dicho: una #LigaDeMierda que hace más vital todavía la renegociación de los derechos televisivos. Dudo que el señor Lim vea desde la barrera y cruzado de brazos semejante injusticia y atropello.
KEEP CALM & A ASALTAR EL CALDERÓN
Decía Alcácer esta semana que, cuando resten cinco jornadas para el final del torneo, y siempre y cuando el equipo se mantenga a cinco o seis puntos de la cabeza de la tabla, “ya se verá”. Una de las frases clásicas del fútbol contemporáneo ubica a Luis Aragonés en pleno vestuario y rodeado de sus pupilos, explicando su ‘plan’ para conquistar el trofeo de la regularidad: mantenerse todo el año “en la pomada” hasta alcanzar el tramo final de competición, dado que “el título, los objetivos, se consiguen en últimas diez jornadas”. El Valencia no ha alcanzado dicho hito todavía, así que hablar de ganar o pelear la Liga debería estar penado con el garrote vil como mínimo hasta principios de abril. El ‘Abuelo’ sabía lo que decía: hay cosas más importantes de las que ocuparse, y el humo y el triunfalismo no ayudan demasiado a completar dichas tareas.
Un Valencia con guarismos históricos dejaría al personal contento a final de año, aunque ‘sólo’ se alcance el tercer puesto. Los más pejigueros saltarán al cuello a denunciar que sí, que ser terceros está muy bien, pero que en años pretéritos también se alcanzaba dicha posición a final de temporada (#PeroSomosTerceros) y todo eran quejas. Supongo que no será necesario recordarles los ‘rivales’ que había en aquellas temporadas 2009-2010, 2010-2011 y 2011-2012: equipos en crisis todos ellos, con Madrid y Barça rozando ventajas obscenas de veinte puntos (o más) respecto al Valencia. Esta campaña, el Valencia se está batiendo el cobre con el mejor Sevilla, el mejor Villarreal, el mejor Málaga… y ha tumbado hasta el momento a Madrid y Atlético de Madrid en su propio feudo. En aquella época, el Valencia era la risa de Europa cuando llegaban los duelos contra rivales directos. Ahora, el cagómetro visitante se dispara cuando sus hombres pisan la Avenida de Suecia. Diferencias tan ‘sutiles’ como un martillazo en la cabeza.
Se avecina un partidazo contra el equipo al que el Valencia, en su primer año de proyecto Lim, está obligado a asemejarse cuanto antes para poder convertirse, de una vez, en una alternativa a tener en cuenta en España y en Europa. En el Manzanares son conscientes de que ha aparecido un nuevo jugador en la mesa de póker, con poderío oriental en sus bolsillos, astucia cultivada en tierras portuguesas y una muy buena mano con la que jugar sus cartas. Con lo que les ha costado alcanzar su posición de privilegio, los colchoneros se aferrarán con uñas y dientes a su gente, a su ‘intensidad’ y a su personalidad para prevalecer y bajar al Valencia a la tierra. Prueba de fuego. Escenario grande. Cita ineludible. Llegó la hora de demostrar de qué pasta está hecho este equipo.