Un rápido vistazo al perfil personal del empresario singapurense revela que, efectivamente, le daría la misma vergüencita ajena que a la mayoría de accionistas alguna de las intervenciones de los últimos años.
Del "Gracias, Llorente, por irte de repente" al "Señor Buñol". Del "Empire State Buirding" (sic) al "habría que fusilar al que firmó el contrato de Joma". Del "perdíamos cantidades industriales de dinero" al "lo de escandalosamente escandaloso lo copió usted de 'Pretty Wimen'" (sic). Las Juntas de Accionistas del Valencia han sido, a lo largo de dos décadas, escenario de momentos surrealistas, históricos, impagables y, simple y llanamente, inenarrables. Daban igual las circunstancias, el lugar de la celebración -desde la Fonteta hasta el Palacio de Congresos, pasando por el Alameda Palace- o el número de eventos al año, fueran uno o varios si la temporada había sido 'movida' en lo social.
Un repaso a la hemeroteca reciente nos trae apariciones de ex presidentes con ganas de gresca -Paco Roig en 2012-, piratas sudamericanos con delirios de grandeza -Víctor Vicente Bravo en 2009- y una pléyade de personas que, con los años, han sido devoradas por el personaje. Como aspecto negativo, no puede ocultarse que la profusión de elementos 'freaks' en el panorama societario ha hecho daño a la credibilidad y al interés del evento, convirtiéndose en ocasiones en un espectáculo cómico-festivo ante el que los medios de comunicación sólo podían transcribir y contar lo ocurrido al tiempo que trataban de evitar la carcajada y mantener la compostura. O bien tomar parte activa del jolgorio. De perdidos al río.
Conviene no olvidar que, entre otras, la Junta fue escenario de las primeras y reivindicativas apariciones de la pujante Grada Joven meses antes de constituirse definitivamente como la Curva Nord Mario Alberto Kempes. Que oradores brillantes también han dado lustre al atril fiscalizando, 'apretando' y pidiendo explicaciones a consejos caracterizados por su opacidad. Que incluso la intervención más aparentemente absurda tenía siempre un fondo noble, porque al fin y al cabo el ponente tenía el mismo sentimiento valencianista que el resto del auditorio. Y que ahí siempre estuvo la prensa, tomando nota de cada frase, palabra o gesto, para confeccionar un mural elaborado a lo largo de los últimos veinte años con el ocasional borrón pero con muchas, muchas anécdotas y acontecimientos de interés para el accionista y el aficionado.
(Aprovecho la ocasión para reiterar mis disculpas a Jose Manuel Ruiz, de sobrenombre 'El Coletas', tras cuya intervención en 2013 supe que había tenido una desgracia familiar cuyo recuerdo le dificultó su alocución. Lo lamento profundamente.)
ASÍ LLEGAMOS HASTA HOY…
Regresamos al punto de partida. El Valencia CF ha querido endurecer su postura con respecto a lo que, desde el propio club, se ha calificado de 'circo' en las Juntas de los últimos años. Y como una sociedad anónima no puede coartar los derechos de sus accionistas, el primero en pagar los platos rotos ha sido el gremio periodístico. El problema de base sigue siendo el mal uso que algunos -los menos- accionistas dan al evento como oportunidad de darse a conocer. ¿La solución provisional? Matar al mensajero. Las condiciones, inamovibles, innegociables, aterrizaron en las redacciones de la capital del Turia el martes a mediodía. Incredulidad primero. Indignación después.
"Por motivos de preservar los intereses societarios del Valencia CF", la asistencia al cónclave del próximo 20 de noviembre estará condicionada a varios factores que pasamos a detallar y a contextualizar.
"La Junta no podrá ser retransmitida en ningún formato audiovisual, radiofónico o digital (incluidas las redes sociales)". Nada de programas especiales en radio, nada de retransmisiones en directo para televisión -aunque, tras la liquidación de RTVV, el escenario de por sí ya era reducido-, nada de seguimientos en vivo a través de los diferentes portales digitales valencianos… y nada de tuitear. Inaudito y sin ningún precedente directo al que remitirse. La red social, la fuente de información inmediata por antonomasia, cercenada sin paliativos.
¿Y qué hay de los accionistas presentes en el Palau de la Música? ¿Pueden ellos tuitear? En principio, sí. No sólo pueden, sino que están en su pleno derecho de hacer lo que les venga en gana siempre y cuando no incurran en una molestia ostensible al resto de los accionistas presentes, si hacemos caso a los estatutos fundacionales del Valencia CF S.A.D. y a la Ley de Sociedades de Capital.
¿Y si hay algún accionista que, circunstancialmente, se dedique profesionalmente al periodismo? Los dos textos anteriormente mencionados amparan al accionista, cuya actividad laboral resulta independiente de su posesión del número mínimo de acciones -nueve- para asistir a la Junta. Así, tuitear o mensajear o incluso teclear en un ordenador -siempre que lo haga con cuidado y sin molestar a sus vecinos de asiento- le debe estar permitido por ley, sin importar si es panadero, abogado, empresario… o periodista.
"Se podrá acreditar un redactor por cada medio y, en su caso, adicionalmente un cámara o fotógrafo". Una medida razonable, aunque por regla general el volumen de información, frases, datos y su necesario filtrado para darle forma inteligible requeriría de más de un redactor. Habrá que escribir más rápido, no queda otra.
"Los medios gráficos y las televisiones podrán acceder al recinto a tomar imágenes los cinco primeros minutos de la Junta y con posterioridad, tras estos minutos, el personal del Club les comunicará el momento en el que deberán abandonar el recinto". Los reporteros gráficos, los grandes olvidados casi siempre, serán también perjudicados al no poder captar las mejores instantáneas del acto, que suelen darse por regla general en los discursos institucionales o en caso de enfrentamiento verbal entre el consejo y alguno de los accionistas. En parte estará mitigado por el siempre excelente trabajo del fotógrafo oficial de la entidad, pero los medios impresos y televisivos tienen motivos para sentirse agraviados y perjudicados.
"Los redactores acreditados de los medios podrán permanecer en la Junta en una zona especial delimitada, no podrán salir de ella y no podrán captar ninguna imagen o grabación para ser publicadas y tampoco para uso interno". De nuevo, una faena. Se pide, se exige rigor al periodista, y para ello las citas y frases deben ser transcritas con exactitud. El recurso de grabar una comparecencia o sonido para, en la calma de la redacción, escucharlo de nuevo con atención para transcribir su contenido es práctica habitual. La prohibición de grabar sonidos tiene un perjuicio doble: fastidia al plumilla de prensa escrita -con el consiguiente riesgo de imprecisiones- y, por descontado, 'mata' al redactor radiofónico, incapaz de extraer cortes de voz de los protagonistas para resumir y hacer digerible la Junta a sus radioyentes en el programa del día siguiente.
¿Se puede tomar nota rápidamente y realizar un resumen hablado de lo dicho y sucedido? Sin duda, sí. Pero el principio de veracidad se ve puesto en jaque: siempre será más fiable escuchar un corte de voz de un protagonista que una segunda voz -la del periodista- repitiendo, más o menos, palabra arriba palabra abajo, lo que acaba de decir.
"Cualquier medio o redactor que publique, ya sea en directo o con posterioridad, alguna imagen, video o audio de la Junta no volverá a ser acreditado a ningún evento organizado por el VCF, incluidos los partidos". Si los anteriores eran inflexibles, la amenaza taxativa se topa aquí con varios matices a realizar. El primero y más relevante, el de las represalias: según la LGCA, art. 19.4 (modificado por el Real Decreto ley de 2012), "los prestadores de servicios de comunicación audiovisual radiofónica dispondrán de libre acceso a los estadios y recintos para retransmitir en directo los acontecimientos deportivos que tengan lugar en los mismos, a cambio de una compensación económica equivalente a los costes generados por el ejercicio de tal derecho". El trístemente célebre canon, abonado por las radios a la LFP y Mediapro. El Valencia podría penalizar -puede, de hecho, hoy mismo y siempre que lo desee- a cualquier periodista o medio con cerrarle el paso a sus instalaciones o a los actos del club sin dar más explicaciones. Los partidos, en cambio, serían otro cantar, ya que son la Liga de Fútbol Profesional y la poseedora de los derechos de explotación audiovisual, Mediapro, las encargadas de acreditar a los medios radiofónicos y televisivos.
Como apunte, uno de los especialistas en Derecho consultados planteaba el concepto de 'Propiedad Intelectual' (IP) de las Juntas del Valencia CF. Gran parte de las restricciones que el club está queriendo imponer se derivan de la asunción de que el club, como Sociedad Privada, tiene el control absoluto de todo lo que suceda en el interior de la reunión de sus propietarios. Efectivamente, echar el cerrojo y evitar el acceso de prensa a la sala resolvería cualquier cuita que la entidad pudiese tener, aunque no ayudaría demasiado a la imagen de transparencia que se ha tratado de promulgar desde la llegada del actual consejo de administración. Así, en el momento en que se permite el acceso a la sala, entra en acción el caso de la IP: al igual que un periodista no es dueño de los derechos de Propiedad Intelectual de un partido de fútbol, pero eso no le impide tuitear durante los noventa minutos explicando y comentando las jugadas más destacadas, restringir los mensajes de 140 carácteres que detallen las frases y apuntes más relevantes de la Junta tampoco estaría violando ninguna ley.
CONCLUSIONES Y COMENTARIOS ALEATORIOS
El Valencia CF S.A.D. posee una masa social de unos 47.500 accionistas, que se reparten 2.114.475 acciones nominativas y cuya mayoría -el 70,06%- está todavía en manos de la Fundación VCF, que cambiará la propiedad a nombre de Meriton Holdings en los próximos días tras la firma de la venta el pasado 24 de octubre. De todos estos accionistas, no todos poseen las 9 acciones como mínimo para poder asistir presencialmente a la Junta a ser informados. Demonios, la capacidad de la sala escogida en el Palau de la Música sólo permite acoger a un par de centenares de asistentes a lo sumo. Muchos valencianistas mantienen una, dos, tres acciones desde hace décadas. Otros sí cumplen con el requisito del mínimo de títulos, pero viven fuera de Valencia o en otras comunidades autónomas y países.
Gran parte de estos accionistas minoritarios -a los que, recordemos, el club debe un "derecho preferencial" de ser informados- se enteran del contenido de las Juntas a través de los medios. Debido a impedimentos geográficos, tampoco pueden recoger de las oficinas del club la Memoria Anual y las cuentas de la entidad. Pueden solicitarlas por correo, pero se trata de un trámite engorroso. Leer o escuchar la prensa era y es la forma más rápida y sencilla de hacerse una idea general del estado de la Sociedad Anónima Deportiva de la que son propietarios, aunque sea en una ínfima proporción.
Tampoco hay que dejar a un lado a abonados y simpatizantes. A principios de 2014, la actual directiva del Valencia recibió elogios y críticas por igual cuando convocó dos Asambleas Informativas abiertas a todo el público en el estadio de Mestalla. A ella acudieron accionistas, sí, pero también socios y simpatizantes. Y por eso tuvieron tanta fuerza. Fue la masa la que eligió y abrazó la oferta de Lim, y no al contrario. Por tanto, se puede decir que abonados y simpatizantes son de alguna manera parte del capital, no a nivel económico, pero sí a través de un activo intangible y no cuantificable numéricamente -el célebre 'sentiment'-. Ese que emocionó al magnate tras su aterrizaje en Valencia hace tres semanas.
Un rápido vistazo al perfil personal del empresario singapurense revela que, efectivamente, le daría la misma vergüencita ajena que a la mayoría de accionistas alguna de las estrambóticas intervenciones de los últimos años. Lim es un tipo serio y discreto, y aunque no se escandalizaría, sí le resultará ciertamente extraño lo que alguno de sus compañeros accionistas reclaman en Junta. Meriton y la filosofía anglo-oriental de su 'business plan' obedecen a un perfil mucho más pragmático, reposado -¿aburrido?- y sin intervenciones altisonantes. Pero, guste o no, ellos también son propietarios del club en un pequeñísimo porcentaje. Hay que escucharles.
Se argumenta que en otras sociedades privadas no se retransmiten las Juntas de Accionistas. Una reclamación algo desactualizada, dado que en la banca estas reuniones se han estandarizado como el momento del año indicado por hacerse oír. Santander, La Caixa, BBVA… Todas las entidades financieras. No me lo tienen que contar: Bankia, la odiosa Bankia, celebró su Junta de Accionistas en marzo de 2014 en Valencia. La prensa presente no tuvo absolutamente ninguna restricción ni de movimientos ni a la hora de fotografiar, informar en directo a través de prensa digital o retransmitir frase a frase lo que iba ocurriendo. Y mucho menos tuitear. Pude presenciar a apenas unos metros, cámara en ristre, como una larga lista de accionistas y representantes de asociaciones acudían al atril a pintarle la cara con verdades como puños al señor Goirigolzarri, que aguantó como pudo el chaparrón. Empresa, accionistas. Y medios de comunicación como correa de transmisión de lo ocurrido con los oyentes y lectores.
Un recorte en la libertad de acción y movimientos de los medios en cualquiera de estas reuniones de accionistas supondría un golpe duro para la credibilidad del banco. "Algo ocultan". La idea se extendería como la pólvora y tendría un impacto más que previsible en, por ejemplo, la cotización de sus valores en Bolsa. En el caso de las sociedades anónimas deportivas, debemos sustituir lo monetario por otro concepto más etéreo: el 'goodwill' o credibilidad positiva, la buena imagen que desprende el club como entidad transparente, abierta a sus accionistas, socios y simpatizantes. Unos valores que, como sucede con otros conceptos -juego limpio, multiculturalidad, integración- sí pueden traducirse a la larga, a través de la explotación y el marketing, en ganancias para la empresa. Los niveles de fidelización están por las nubes en aquellos equipos cuyos aficionados interiorizan y sienten que el club les cuida a todos los niveles.
Son dos semanas de parón liguero y el sentimiento generalizado es el de tener la fiesta en paz, así que no merece la pena entrar a analizar el cruce de comunicados entre la Unió de Periodistes y el club. No es el objetivo de este escrito. Sí lo es, en cambio, tender la mano y desear una 'entente' que deje contentas a todas las partes. La valoración inicial es de que, en el afán por 'limpiar' la reunión de elementos circenses y frikis -también el término procede del seno del club-, se ha acabado matando moscas a cañonazos. Incluso dentro de la propia Fundación VCF, que pronto cederá a Meriton el testigo de máximo accionista, algunos patronos creen que las restricciones son excesivas. La sensación es generalizado: pasada de frenada innecesaria, prescindible y que, por fortuna, todavía tiene solución.
No tengo ninguna duda, absolutamente ninguna, de que el Valencia va a reaccionar a la espiral negativa poniendo todos los medios a su alcance para tratar de, al menos, emitir a través de 'streaming' la Junta de Accionistas que, a fecha de hoy, la televisión VCF Play no ha confirmado oficialmente. Sería un buen primer paso para alcanzar puntos de acuerdo y trabajar unidos, prensa y club, y no divididos como se pretende.
Unidos en mandar un mensaje cohesionado, veraz y responsable a los accionistas y aficionados. Unidos en mostrar una imagen de entidad seria y respetable para el nuevo máximo accionista en el extranjero. Coordinados para no dar pábulo al elemento 'freak' hambriento y ansioso por tener sus cinco minutos de fama. Juntos, en definitiva, para trabajar en pos del engrandecimiento de una entidad histórica en la que todos, accionistas, socios, simpatizantes, medios y periodistas, tienen cabida.
Todo es cuestión de predisposición. Aquí la tenemos a espuertas.