Ilusión y frustración pueden intercambiar su posición en el ánimo de los valencianistas en cuestión de segundos
El Valencia está viviendo dos realidades paralelas desde hace tiempo y ahora parece que cada una de ellas se acentúa. Esto provoca que, en conjunto, vivamos en un disparate. Por una parte, el club funciona casi de facto como si la propiedad fuera de Peter Lim. Y de hecho, la votación del Patronato del jueves pasado justifica esa posición. Se vende que el nuevo Valencia está naciendo, se contrata al entrenador elegido por el magnate singapurense, el equipo se refuerza en defensa con un internacional argentino y un campeón del mundo y llegan cedidos dos jugadores de Peter Lim que luego, si se acaba haciendo la operación Bankia-Mériton, presumiblemente, el Valencia comprará por 45 millones de euros.
Por otro lado, si hacemos caso de las palabras de Amadeo Salvo, hay otra realidad que habla de que el acuerdo entre Bankia y Mériton no está cerca. El tono del presidente del Valencia no invita al optimismo. Es más, el silencio de la entidad financiera otorga la razón a Amadeo Salvo. No sería tan difícil salir a la palestra y, sin vulnerar el contrato de confidencialidad con Mériton, rebatir alguna de las afirmaciones del presidente del Valencia. Por ejemplo, ya que existe la sospecha, podrían decir que las personas que llevan la negociación por parte del banco no tienen ningún interés particular más allá de defender los derechos legítimos de una entidad nacionalizada y que la cúpula de la entidad financiera los refrenda y está al corriente de sus movimientos.
Así las cosas parece que entre la afición se va imponiendo, como es lógico, la lectura más ilusionante de lo que sucede. Es lógico y humano pero no hay que perder de vista, a tenor de la exposición de Salvo, que la realidad del desencuentro entre Bankia y Mériton puede acabar imponiéndose. Es arriesgado alimentar la ilusión cuando todavía no hay nada seguro porque, en cuestión de segundos, puede convertirse en frustración.