El Valencia ha vivido una temporada paradójica
Se está haciendo un análisis bastante lógico que se pregunta cómo es posible que Salvo y Rufete gocen del unánime respaldo de la afición pese a que el primer equipo ha obtenido el peor resultado en Liga en 20 años y el Mestalla ha estado a punto de bajar a Tercera.
La explicación, más allá del carisma y del trabajo realizado en los despachos (factores también fundamentales), se puede encontrar dentro del terreno de juego. La actitud del equipo en ciertos partidos ha vuelto a enganchar a la afición. Ganar en el Camp Nou y estar a punto de hacerlo en el Bernabéu no puede justificar una temporada pero es un logro que parecía vetado en los últimos tiempos. El grado de orgullo que genera conquistar estas plazas es superior al que provoca quedar tercero ganando a los equipos de media tabla hacia abajo. Y después están las noches europeas en Mestalla. La remontada contra el Basilea fue un momento de éxtasis colectivo que queda para la historia y lo vivido contra el Sevilla reforzó todas las conexiones del valencianismo. Por otro lado, en el caso del filial, abrir las puertas del estadio para ver al Mestalla también le ha dado un matiz de excepcionalidad a una temporada nefasta. Ha servido para valorar lo que se tiene más que para lamentar lo que no se ha conseguido.
Sí, los resultados de la temporada han sido malos pero la afición ha podido identificarse con el equipo como hacía muchos años que no sucedía. Ahí, tal vez, se encuentre la respuesta deportiva al apoyo incondicional que tienen Salvo y Rufete entre la gente.