El Valencia está, actualmente, en muy buenas manos.
La realidad del Valencia, la de su proceso de venta, ha dado un nuevo giro. El hecho de que la Fundación se alinee con Salvo no debería sorprender a nadie. Ellos ya expusieron sus condiciones y que informarían de las características de los compradores (sin nombrarlos por la confidencialidad). Lo dijo Aurelio claramente el 15 de enero. Sin embargo, la entidad financiera no se ha prestado a facilitarle la información hasta el final del proceso. Por eso, es lógico que la Fundación haya dado un paso adelante y haya aceptado el envite de Amadeo Salvo. Lo que no se entiende es la duda que se había instaurado en torno a Aurelio Martínez posicionándolo cercano a Bankia. Su compromiso por la transparencia y por un proyecto que dignifique al Valencia ha sido incuestionable.
La carga de profundidad en la propuesta de la Fundación es la presencia de la Generalitat en la concepción y la ejecución de la operación. En este punto, el acto de Amadeo Salvo sí ha tenido una relevancia decisiva para que el Consell haya dado un paso adelante. Salvo evidenció el coste social de la venta si no se ejecutaba conforme a los intereses del Valencia. La Generalitat no está dispuesto a pagarlo. Y con el Consell detrás, el banco retrocede.
Ahora el proceso tendrá todas las garantías gracias a la audacia del presidente del club. El tándem Salvo-Aurelio no había sido respetado hasta el momento. Su plan de refinanciación no fue tenido en cuenta porque, probablemente, ya se había decidido la venta. Ahora, aunque sea en ese proceso que no querían, vuelven a ser protagonistas. Y el valencianismo está de enhorabuena.