La suerte de Djukic será la de los valencianistas aunque no sea el entrenador
Algunas declaraciones llamativas siendo entrenador del Valladolid y un discurso ambicioso a su llegada dibujaban en la cabeza del aficionado valencianista un perfil diferente de Djukic al que luego se ha visto. En el imaginario colectivo funcionaba la creencia de que pertenecía a la escuela de la disciplina balcánica y pesaba el recuerdo de un futbolista con carácter: capaz de asumir la responsabilidad de lanzar el penalti más importante de la historia de su club cuando todos se escondían y de enfrentarse a Cañizares sin ceder un ápice en sus razones. Ese era el Djukic que la gente esperaba.
Da la sensación de que los entrenadores que llegan al vestuario del Valencia han de superar una prueba de confianza por parte de los jugadores. Esto no habla bien de la profesionalidad de los futbolistas porque su entrega debería ser incondicional desde el minuto uno independientemente de quién esté al frente. En cualquier caso, en este examen de credibilidad, Djukic perdió la batalla muy pronto por la facilidad con la que cambió el discurso. Primero no fue contundente con Rami. A raíz de eso pasó lo de Mathieu. Estalló frente al Espanyol “no somos tan buenos” y, a partir de ahí, varió el mensaje para proteger a los jugadores. Parece que fue entonces cuando el equipo dejó de creer en él.
Todavía hay quien lamenta no haberle echado en la jornada cinco. Aunque el tiempo les haya dado la razón eso hubiera sido un despropósito. Entonces, el entrenador serbio, no había tenido tiempo suficiente para revertir la situación. Ahora que ya lo ha tenido y no ha conseguido cambiar la dinámica tiene más sentido despedirle. Antes no.
Puede parecer que a Djukic le han salido mal las cosas por ser bienintencionado. Y esa lectura da bastante pena. Se ha mostrado flexible en todo momento, ha cambiado su criterio para satisfacer a los jugadores y ha vendido optimismo para sumergir al equipo en una corriente positiva. Djukic ha dado sensación de vulnerabilidad por no querer generar conflictos.
Se va y deja al equipo con vida en las tres competiciones. Pero las sensaciones hablan de otra historia. Sin desmerecer el efecto de la derrota contra el Ateltico de Madrid, los partidos contra el Nàstic y el Kuban fueron más importantes de lo que cabía esperar. La última primavera ficticia con Oriol, Parejo, Canales y Jonas no dio la talla ante un equipo de Segunda B. Djukic lo intentó, no cabe duda, pero se perdió buscando una tecla que estaba en su interior.
La suerte de Djukic será la de los valencianistas porque es uno de los nuestros. La del Valencia también será la suya. Se va una gran persona que ama profundamente a este club. Nadie más que él ha sufrido con la incapacidad de este equipo.
Muchas gracias Djukic, otra vez será.
Despedir a un entrenador significa asumir un error. Con el próximo no se puede fallar.