La única diferencia entre el partido de ayer y el de Vallecas fue el gol de Alcácer.
No hay crisis institucional, alteraciones en el entorno o campaña mediática que pueda imponerse al poder de las victorias. Incluso, en una situación para el club muchísimo peor, hubo una tregua en los días del proceso de venta cuando el Valencia ganó al Basilea. Fueron dos semanas sin noticias económico-sociales. El gol de Paco Alcácer en el tiempo añadido contra el Sporting en El Molinón es un bálsamo necesario para que el equipo de Nuno afronte el estreno en Champions League con más tranquilidad. Quizá, sería más razonable que los proyectos tuvieran cierto margen para desarrollarse independientemente de los resultados. Recordar los casos de Cruyff en el Barça y de Ferguson en el United para visualizar que las grandes dinastías del fútbol europeo no se hicieron de la noche a la mañana es inútil. Todos sabemos que eso no funciona así, al menos aquí.
Porque la única diferencia futbolísitica entre el partido de ayer contra el Sporting y el empate que cosechó el Valencia en Vallecas en la primera jornada de Liga fue el gol de Alcácer. En ambos partidos el equipo de Nuno hizo méritos en la primera parte para llevarse los 3 puntos y, en la segunda, pudo volverse a Valencia de vacío. En ambos partidos el Valencia mostró las mismas virtudes y las mismas carencias. Sin embargo, las conclusiones que se extraen son diametralmente opuestas.
Evidentemente la tormenta no ha cesado. Los nubarrones siguen en el horizonte porque, parapetados en la exigencia, algunos están bordeando el histerismo. Una cosa es que el Valencia deba ganar en Vallecas y contra el Depor en Mestalla y otra es incendiar el club porque no lo haga viniendo de una estresante eliminatoria de Champions. Al final, da igual cómo se proceda si se cumple con el requisito de que la pelotita entre. No hay más, y ayer, Paco Alcácer, alojó el balón en las redes de la portería defendida por Cuéllar.