La estadística histórica, por otra parte, refleja en su justa medida lo inapropiado que resultó despreciar la posibilidad de conseguir un título.
Hoy el Espanyol visita el Nuevo San Mamés para afrontar la semifinal de la Copa del Rey. El paso de las semanas permite un análisis más profundo y probablemente más triste de por qué el Valencia no estará esta noche en Bilbao. Espera un final de temporada sin emociones fuertes y cada vez se hace más evidente que el club no midió bien la importancia de la Copa del Rey.
Es duro asimilar el paso de las semanas sin el aliciente de otra competición más allá de la Liga. La efervescencia que hubiera generado una eliminatoria contra el Sevilla, una posible semifinal contra el Athletic, una posible Final o un posible título, por pasos, no se puede pagar con el dinero que puede que deje la Champions League. Es una lección que se debió aprender el año pasado en la Europa League. El valencianismo sufrió una transformación muy positiva alimentada por los sueños de ser campeón y eso que no ganó nada. La estadística histórica, por otra parte, refleja en su justa medida lo inapropiado que resultó despreciar la posibilidad de conseguir un título.
Tampoco conviene insistir más de la cuenta, lo pasado, pasado está y hay que mirar al futuro. Sin embargo, cuando el Espanyol salga esta noche a jugar, será inevitable pensar en lo que pudo ser y no fue.