La nueva presidenta del Valencia fue recibida ayer por Alberto Fabra
Ya dijimos el 18 de mayo del año pasado que la elección de Peter Lim como candidato a comprar las acciones del club dejaba como lectura más positiva la desaparición de los políticos del Valencia CF. Hay quien sigue sosteniendo que el gobierno valenciano se portó muy bien con la mayor institución deportiva de la Comunitat mediando para que Bancaja le concediera un crédito al club y para que avalara la compra de acciones de la Fundación. O son unos cínicos o unos ignorantes. El poder le ha dado un trato de favor al club de Mestalla para obtener réditos políticos no por vocación de servicio. La devastadora crisis económica, por lo menos, ha permitido visualizar claramente cómo actuaban las élites durante los años de derroche.
Ayer la Agencia EFE informó de que Juan Soler, ex presidente del Valencia CF auspiciado por Francisco Camps, había declarado ante el juez Pedraz en calidad de imputado por, supuestamente, haber originado en el Banco de Valencia un agujero de 160 millones por diferentes operaciones inmobiliarias que al final acabaron pagando todos los españoles a través del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). Valga como ejemplo de que hasta hace poco todo iba de la mano y daba igual expoliar el banco de los valencianos que el club de fútbol más importante de la Comunitat.
Así las cosas, con la crisis, el fútbol dejó de ser un caladero de votos y pasó a ser un problema. En el proceso de venta, la Generalitat adoptó la táctica de la avestruz escondiendo la cabeza. De perfil o en la sombra se han visto obligados a dejar que el club encuentre un nuevo camino por sus propios medios. A falta de ver las maravillas que trae Mériton el Valencia está de enhorabuena: vuelve a ser un entidad independiente del poder político que ahora se limita a recibir a la presidenta del club en el Palau de la Generalitat.