Asomarse al precipicio

El Mestalla empata a dos un partido en el que siempre fue a remolque. El resultado no deja satisfecho a ninguno de los dos conjuntos, sin embargo, ambos lo dieron por bueno en el último cuarto de hora embargados por el miedo a perder. Carlos Delgado se rompe el peroné y se pierde lo que resta de temporada.


Foto: DIARIO DE MESTALLA - Los futbolistas se saludan antes del inicio del partido

Foto: DIARIO DE MESTALLA – Los futbolistas se saludan antes del inicio del partido

El Mestalla no es un mal equipo. Tiene jugadores con calidad y tácticamente es ordenado. Sus futbolistas se mueven bien en las transiciones, tienen estudiado su sistema y el del rival y físicamente son fuertes. Además, tienen ganas y luchan cada balón. Pero el filial no tiene alegría y, ahora que se han asomado al precipicio, además, tiene miedo. El ambiente alrededor del Mestalla es de nerviosismo y eso se nota en los jugadores que, por este motivo, no rinden conforme a sus posibilidades. Eligen mal las soluciones y pierden balones que no perderían si la presión no fuera la que es.  Así llegó el primer gol de Nàstic en el minuto 21. Tras unos rechaces en el medio del campo, Manu Molina, sin querer,  cabeceó el balón hacia un atacante tarraconense que fue objeto de falta en el borde del área. El lanzamiento a balón parado fue ejecutado con precisión por David Rocha que envió el balón a la escuadra del portero en un golpeo soberbio. David Rocha dio una lección de cómo lanzar libres directos a lo largo del encuentro. El Mestalla,  además, le dio la oportunidad de lucirse realizando bastantes faltas al borde del área. El gol no ayudó nada en el nerviosismo general. Hasta Nico Estévez, un hombre tranquilo generalmente, fue expulsado cuando el árbitro le amonestó por segunda vez tras haberle discutido dos decisiones. Situaciones que entran en los planes cuando todo va mal. El Mestalla no cambiaba el rumbo del partido pero aumentó la intensidad y empezó a aparecer Manu Molina. Al poco llegó el empate. El propio Molina metió un pase a la espalda del defensa para Chumbi, que definió en el área un mano a mano con tremenda tranquilidad engañando al portero. El gol fue celebrado con muchísima rabia por los jugadores del Mestalla golpeando la valla. La celebración demostraba la tensión que viven, el estado de ánimo. De todos modos, a los dos minutos tras una internada por la banda izquierda del Nàstic, el Mestalla volvió a cometer una falta en tres cuartos de campo. No era la primera vez que el filial sufría por aquella banda. Mario Marín tuvo problemas para sujetar a Lago J.R. que hizo un muy buen partido desahogando el juego de su equipo y creando pánico en la defensa valencianista. La falta fue lanzada por David Rocha con bastante clase y, tras unos rechaces en el área, Xavi Molina, que cuajó un buen partido, enganchó el balón y lo puso en las redes.  Dos minutos había durado la alegría en casa del Mestalla. Pero le peor desgracia estaba por llegar, en el minuto 45, justo antes de que el árbitro pitara el final de la primera parte, Carlos Delgado se dio un golpe contra el delantero del Nástic. El capitán valencianista se fue en camilla y se perderá lo que resta de temporada tras romperse el peroné. Un contratiempo mayúsculo.

La segunda parte empezó de otra manera. Zahibo, que había empezado en el medio del campo, bajó a la defensa para ocupar el puesto de Carlos Delgado. Zahibo aportó músculo en la medular pero aún le falta un poco de confianza en su juego. Por el central lesionado entró al campo Mario Arqués que se unió a Molina en el mediocentro. Entonces cambió el signo del partido porque estos dos jugadores empezaron a asociarse. Eso es lo que pasa en el fútbol normalmente, que los buenos juegan bien.  Las combinaciones entre ambos jugadores eran buenas y el filial empezó a jugar más vistoso, abriendo a los extremos, llegando a banda y centrando. Fue por ello que entró Hiroshi por Cifo, que, pese a su enorme calidad, no acaba de aportar nada diferente al equipo. Por su parte, el Nàstic retiró a Lago Junior, su jugador más peligroso hasta ese momento. El Mestalla se apoderó del partido.  En el 71, tras una gran triangulación entre los jugadores de ataque el balón acabó en saque de esquina. Molina y Cortell estuvieron listos ante una defensa lenta y distraída. Sacaron rápido el córner y Molina le regaló un bombón a Hiroshi, que puso la cabeza cambiando la trayectoria del balón para que entrara en la portería visitante. El Antonio Puchades gritó, pero más por alivio y por rabia que por alegría.

Y después se conformaron. Por miedo a perder, por miedo al vacío. Aún tuvo una ocasión el Nástic en el descuento,  pero todo quedó igual. Si no cambian algo, a estos dos equipos puede que se les haga un poco larga la temporada. Pero el Mestalla aún está a tiempo de recuperar la alegría y empezar a jugar bien. Eso esperamos. 

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