Encerrona vergonzosa

El Valencia cae en Mallorca contra el Collerense en el último minuto del tiempo añadido y con 9 jugadoras sobre el campo. La actuación arbitral fue determinante.


El Valencia Femenino ha perdido, con el de ayer, tres partidos en Liga. Puede sonar a excusa achacar dos de esas tres derrotas a la actuación arbitral pero hay motivos de peso. En Badajoz, contra el Santa Teresa, el juez de línea interpuso una denuncia en comisaría contra el presidente de la Federación de Fútbol de Extremadura por, supuestamente, presionar al trío arbitral en el descanso. Y ayer en Mallorca se dieron circunstancias muy extrañas. La goleadora del  equipo, Mari Paz Vilas, reveló en una red social que uno de los árbitros respondió con un exabrupto (“tu puta madre”) a una reclamación de la jugadora blanquinegra. Lo cierto es que la actuación del colegiado fue totalmente parcial. Machacó al Valencia que se fue a casa con 7 tarjetas amarillas y cuatro rojas. Cada vez que el equipo blanquinegro intentaba trenzar una jugada cortaba el juego, se dirigía con prepotencia a las futbolistas y al cuerpo técnico e incluso, en un alarde de desdén, en varias ocasiones, perdió el contacto visual con el juego. Le daba igual lo que pasara porque él sabía lo que tenía que pitar de antemano. El colegiado, Rubén Martín García, ofreció un espectáculo vergonzoso.  

El hecho de que los árbitros en la Primera División Femenina sean de Regional (del colegio territorial del equipo local) no debería ser un problema en teoría pero la realidad está demostrando que sí lo es. Se está jugando con el trabajo y la ilusión de unas futbolistas que hacen muchos esfuerzos por sacar los partidos adelante  y no se puede consentir. El Valencia, que es un club poderoso, debería tomar cartas en el asunto.    

Advertíamos en la previa de la dificultad del partido pese a que el Collerense va cuarto clasificado por la cola. El equipo mallorquín se hace fuerte en su casa por la pasión con la que sus aficionados viven los partidos, la intensidad con la que juega el equipo y las reducidas dimensiones del terreno de juego. Si añadimos a estos factores la actuación arbitral el Valencia se encontró en Mallorca con una misión imposible.  

El partido empezó mal con un gol de las locales. El Collerense, durante la primera media hora impuso su idea de juego: un fútbol directo, físico y trabado. Pero a partir de ahí el Valencia empezó a llevar la iniciativa y a crear ocasiones peligrosas. Primero con un disparo de Gio y después con un remate de Mari Paz que, poco antes, había visto cómo un centro chut suyo pegaba en el larguero.  

El inicio de la segunda parte trajo el gol del empate gracias a un disparo cruzado de Naiara. El árbitro, que hasta ese momento se había mostrado bastante casero en las jugadas dudosas, empezó a pitar descaradamente a favor del Collerense sin rubor ninguno. Las futbolistas del Valencia veían como cortaba el juego continuamente y sancionaba con tarjetas amarillas acciones absurdas. En el minuto 60 fue expulsada la preparadora física Tere Saurí porque una aficionada valencianista increpó al árbitro. Así de kafkiana era la situación. En los últimos minutos del partido el árbitro empezó a sacar tarjetas a discreción y el resultado fue la expulsión de Naiara y de Mariajo en el campo y de Cristian Toro en el banquillo. En el minuto 95 llegó el gol del Collerense y se consumó la vergonzosa encerrona.  

En el lado positivo queda la conciencia de que perder así no es perder. Ahora bien, perdió el fútbol en general y el fútbol femenino en particular, perdió el deporte y perdió el estamento arbitral.

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