PRIMAVERA EN MESTALLA

Nadie nos podrá doblegar jamás. La lealtad anónima e irreductible de la mayoría no saldrá nunca en los telediarios españoles ni tendrá el eco facilón de los adoradores nocturnos que reparten etiquetas de fidelidad como quien reparte caramelos, pero es indestructible.


¿REVANCHA?

Simeone ha demostrado que el valencianismo no pedía imposibles. No es igual ser tercero en discordia a la manera atlética que como lo fue el Valencia de Emery. Por eso todavía me enerva más esa corriente que presenta al entrenador vasco como víctima de la exigencia de Mestalla. Poner el foco ahí desnuda a muchos falsos realistas que admiten los sueños propios pero no los ajenos. Se les nota al vuelo cuáles son sus colores y sus intereses. No les importa mucho el Valencia. Eso seguro.

 El Valencia de Emery fue un tercero sin alma, discreto y nada competitivo. No regaló ni una sola noche épica y jamás logró el intangible de la adhesión total. No dio la talla en ninguna de las citas cumbres y sólo la camiseta de Zigic es la bandera que algunos pueden alzar para defender su desastrosa capitulación en las eliminatorias top.  Digo todo esto porque ya detecto la deriva de algunos presentando las semifinales contra los de Nervión en clave revanchista. ¿De qué revancha hablan? ¿De la que dicta una cátedra mesetaria e incapaz de ponerse jamás en la piel del valencianismo? ¿De quién contra quién en todo caso? Por fortuna, el fútbol no entiende de apriorismos. Por fortuna, Emery tampoco entrará en ese juego. Es persona sensata y agradecida. Sabe  que el Valencia ha sido el gran espaldarazo en su carrera como entrenador. Un Máster en Mestalla es un doctorado en toda regla.

VALORES ETERNOS

Mestalla necesitaba una noche como la del pasado jueves 10 de abril. Sobre todo los más jóvenes del graderío. Los que pasamos de los 40’ ya estamos preparados para lo que venga. Las hemos visto de todos los colores. Nadie nos podrá doblegar jamás. La lealtad anónima e irreductible de la mayoría no saldrá nunca en los telediarios españoles ni tendrá el eco facilón de los adoradores nocturnos que reparten etiquetas de fidelidad como quien reparte caramelos, pero es indestructible. Y es indestructible porque nadie es más de sus equipos de lo que los valencianistas lo somos del nuestro. Ha llegado el momento de hacer bandera de la militancia. Cualquier tontito que no sabe ni quién fue Vicente Peris se permite hacer coñas sobre el Valencia y su afición como si fuéramos unos recién llegados o no acumuláramos a nuestras espaldas el peso y la tradición de 95 años en la élite del fútbol europeo. Noches como las de jueves refuerzan y alimentan el espíritu de las nuevas generaciones que son sin duda las que deben hacer suyo el legado que recoge la historia y el relato del club. Ver a Paquito Alcácer y a Juan Bernat capitanear la remontada fue un subidón inigualable. Ellos eran los de siempre. Cubells y Montes. Rino y Picolín. Molina y Vilanova. Amadeo y Asensi. Puchades y Fuertes. Mestre y Guillot. Roberto y Claramunt. Arias y Saura. Subirats y Fernando. Albelda y Vicente. Eran ellos y eran nuestros abuelos. Eran ellos y eran nuestros padres. Se lo merecían y nos los merecemos. El hilo de la historia prevaleció sobre el incómodo ruido de fondo que ambientó las surrealistas vísperas. Ese hilo sagrado es el Valencia. Bebe en el pozo de la emotividad más pura. Y aunque no siempre hemos sido ejemplares ni justos nadie puede poner en duda que lo que sentimos por el Valencia es lo que es: una pasión eterna e indestructible.

LA MOGUDA DE LA DIPU

Desconfío de Rus. Es el prototipo de valenciano iletrado y fanfarrón que nos ha conducido al abismo. Sus gracietas  me resultan ofensivas y su derechismo militante y cerril se me antoja como un regreso al pasado más turbio. Palabrería primaria para volver a la ruina en el plazo de unos pocos años. Al menos el populismo de Salvo es un populismo de club. No mezcla siglas ni banderas. No hace apología de nada que no tenga que ver con la esencia real de lo que es el Valencia. Un club de fútbol donde caben todas las ideologías, todos los colores, todas las orientaciones. Cada vez que la derecha local e institucionalizada ha metido su zarpa en el club los resultados han sido catastróficos. Amadeo Salvo al menos tiene un plan. Y es un plan que merece más crédito del que algunos le quieren conceder. Hay una apuesta. Un criterio. Unas bases. Torpedear eso cuando apenas lleva unos meses en el cargo se me antoja irresponsable y mezquino.  A día de hoy no veo mejor opción que mantener la vía abierta el verano pasado. Pizzi, Rufete, cantera y algunos refuerzos que den sobriedad y contundencia. No me parece tan difícil. Con estabilidad social y un equipo competitivo y profesional que haga bandera de la humildad y el compromiso el Valencia estará más cerca de recuperar su espacio que si empieza de nuevo el baile de los  profetas que en nombre de una falsa idea de la ilusión y abusando de fichajes rimbombantes y caros nos abochornan cada dos por tres.

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