TIEMPO DE SILENCIO

Cubells fue mucho más que eso. Los primeros 50 años de vida del Valencia no se entienden sin su alargada sombra. Es hora, por tanto, de honrar su memoria y otorgarle en el relato del club la condición de mito fundacional


CUBELLS. El pasado 13 de marzo se cumplieron 50 años del fallecimiento de Eduardo Cubells. Este martes el Valencia celebra su 95 aniversario. Que Cubells es el primer estandarte del club es obvio. Sin embargo, de su figura me parece mucho más reseñable el papel que jugó durante la guerra civil. Un capítulo crucial y bastante desconocido. Gracias a Josep Tortajada, Luis Colina, Rino, Carlos Iturraspe y Cubells el Valencia mantuvo su identidad. Existe una línea de continuidad clara entre el Valencia FC de preguerra y el Valencia CF de postguerra. Son los mismos hombres a excepción de Josep Tortajada, cuya notoria filiación política le llevó a la cárcel, previa conmutación de la pena de muerte. Siempre se habla de Luis Casanova como hombre clave. Y no seré yo quien niegue su papel. Pero a su alrededor brillan con luz propia los mismos que sostuvieron al club en los meses  más duros de la contienda. Ese hilo de continuidad lo explica casi todo. Por eso la figura de Cubells va más allá de la habitual tentativa de reducir su legado a dos anécdotas. A saber, que rivalizó  con Montes y que pudo fichar a Pelé. Bien, vale, de acuerdo. Por fortuna, Cubells fue mucho más que eso. Los primeros 50 años de vida del Valencia no se entienden sin su alargada sombra. Es hora, por tanto, de honrar su memoria y otorgarle en el relato del club la condición de mito fundacional: El hombre-bandera del pueblo de Mestalla. ((De esa bandera, por otra parte, que  nadie sabe dónde está. La del Valencia FC))

VICTIMISMO ARBITRAL. No me gusta el victimismo arbitral. Es pan para hoy y hambre para mañana. Un gasto de energía que como todos los esfuerzos inútiles tan sólo provoca más melancolía. Si algo le sobra a este Valencia es frustración y si algo no necesita este Valencia es precisamente excusas. A la larga, los agravios arbitrales se cofunden fácilmente con los deberes no hechos. No llevan a ninguna parte. Y pobres de aquellos    que piensen que sus localistas campañas de prensa sirven para algo. Viven en un mundo irreal.  David contra Goliath es literatura. Topicazo recurrente. El poder establecido tiene mil formas distintas de masacrarte. Al Valencia, a día de hoy, sólo le queda un camino: hacerse fuerte desde la discreción y el trabajo bien hecho. En todo caso, esa rabia ante los agravios ha de ser el combustible ideal para volver a competir de verdad lo antes posible. Todo lo demás, excusas de mal pagador.

TORINO. Torino es la capital metafísica del pueblo de Mestalla. Mucho más en esta primavera anómala de celebraciones sin festejos que dejan en el aire la sensación de clavo ardiendo. Tanta ilusión pone en entredicho la vieja máxima: “no hacerse ilusiones, ahí nacen todas las ilusiones”. Pero el fútbol es eso, la mezcla suicida de ilusión y militancia. De momento esa ilusión  reverdece viejas sensaciones y pone en duda la estrategia de los últimos años, cuando estar en Champions era el único objetivo por más que fuera un objetivo instrumentalizado por los balances económicos. Se demuestra que el fútbol es caprichoso y visceral. A veces la tropa sólo quiere que su equipo le ofrezca briznas de emoción y orgullo. Mestalla se vació con la retórica  de Emery y Llorente. Nunca supieron congeniar con Mestalla porque apelaron desde un principio a una racionalidad que el fútbol siempre ridiculiza. Ser terceros y caer en octavos de final de Champions sólo ha servido para alargar la agonía. Mientras el Valencia se desangraba por estar en la Champions, el Atleti recuperaba su prestigio en la Europa League, camiseta de Zigic incluida. Ahora las tornas se han invertido. Los atléticos han construido un equipo campeón desde el lugar que para nosotros era inasumible. El fútbol es memoria y militancia en la distancia larga pero es emoción y pálpito en la inmediatez. Es injusto. Es pueril. Pero por eso es  fútbol. Llegar a Torino puede ser como renacer. Por una vez, hasta las metáforas parecen acompañarnos. Otra vez Torino. Otra vez, volver a empezar.

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