LA MALA PUNTERÍA

Pese a los ímprobos esfuerzos del entrenador argentino, la realidad termina por imponerse. La desesperación se extiende, cada cita supone una reedición de la anterior. El Valencia no resuelve sus compromisos, carece de prestaciones para marcar las diferencias.


En el fútbol, todo se decide en las áreas. La propia y la contraria. Se trata de una verdad incuestionable. El Valencia viene demostrando esta temporada un problema crónico a la hora de traducir en goles las ocasiones cuando juega de visitante. Ayer en Valladolid, asistimos a la enésima demostración de mala puntería. Se fallaron numerosos goles cantados. Cuando lo más fácil parecía marcar, se erraban todas las oportunidades, una tras otra, de forma lamentable. No es de extrañar que los valencianistas sumen lejos de Mestalla los mismos goles que los dos últimos de la tabla: el Almería y el Betis, a los cuales, por cierto, no pudo vencer en sus respectivas visitas. Trece tantos es el paupérrimo balance, solo superado por equipos de la talla de Granada, Osasuna y Getafe. Con semejantes registros no se va a ninguna parte salvo a luchar por la permanencia.

A excepción del milagroso triunfo del Camp Nou, en el resto de encuentros a domicilio, los goles brillan por su ausencia. Tan solo en otra visita, al estadio almeriense, se marcó un par que  sirvió para  firmar un deprimente empate cuando todo parecía encarrilado. La contundencia  de esta estadística delata las bajas prestaciones de un equipo al que Juan Antonio Pizzi intenta rescatar de ese estado tan penoso. Pese a los ímprobos esfuerzos del entrenador argentino, la realidad termina por imponerse. La desesperación se extiende, cada cita supone una reedición de la anterior. El Valencia no resuelve sus compromisos, carece de prestaciones para marcar las diferencias.

Con estas credenciales y un estado de ánimo próximo al escepticismo, el jueves se apura en Mestalla el último cartucho de la temporada. La visita del Basilea invita a pensar que en el fútbol todo es posible y que, de vez en cuando, la normalidad salta por los aires. El Valencia romo e inofensivo  de la liga, es capaz de enchufarse en la eliminatoria europea y ofrecer una noche de locura y frenesí. Ese es el sueño y el deseo. Se trata de la apuesta final, porque si se impone la lógica y se consuma la eliminación continental, el final de campaña se antoja muy tenso y desagradable. Los acontecimientos se pueden precipitar. Al tiempo.  Hasta conocer el desenlace, hay que creer que se puede producir la remontada y confiar en que estos jugadores pueden  obrarla. Una muestra de confianza renovada que no puede ocultar la deficiente planificación de la temporada. 

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