El Darth que quiso ser Emperador

De Líder Rojo en la 2014-2015 a ser percibido como un Bobba Fett sin escrúpulos. Tras caer ante el Atlético y el engañoso marcador ante el Levante, el espadazo que el equipo se llevó en Bélgica fue de aúpa, como si millones de voces gritaran de terror ante la infamia perpetrada sobre el césped.


Es complicado hallar, tras rebuscar en la historia del Valencia durante mucho, mucho tiempo, un caso tan flagrante de autodestrucción como el vivido esta temporada con la plantilla y el cuerpo técnico capitaneados por Nuno Espírito Santo. Cuando el pasado domingo el portugués compareció en sala de prensa para anunciar su salida, vino a encender la chispa final a una pira funeraria que él mismo midió, construyó, acolchó y acomodó semanas atrás. Final inevitable, visto lo visto.

Hay quien, interesadamente, achaca la desvinculación contractual del técnico (en un rato hablamos de eso) a motivos exclusivamente deportivos. Falta a la verdad. Hay quien, interesadamente, achaca su salida a la campaña de descrédito que viene sufriendo el técnico desde verano. Falta a la verdad. Verán: ambas líneas argumentales confluyen. Un guión lógico. Son complementarias. La primera conduce a la segunda, y viceversa. Decir que el sector mediático más afín a Amadeo Salvo y Rufete fue a la yugular de Nuno desde mayo es tan cierto como que el equipo, desde hace dos meses, había entrado en barrena. Como siempre, quedan muchos hipotéticos escenarios en el tintero del ‘y si’. ¿Habría mejorado la situación deportiva del equipo si, pese a perder y jugar mal, el apoyo de la masa social hubiese sido tan incondicional como en la 2014-2015? ¿Habrían acallado unos resultados excelentes a las voces críticas que lanzaban al sarlacc de Carkoon al entrenador desde incluso antes de que la pelota echase a rodar en agosto? Nunca lo sabremos. Dada la gran cantidad de contrabandistas involucrados, nunca sabremos quién disparó primero…

Ciñámonos, pues, a lo que sí era competencia directa del técnico saliente. ¿Cómo puede un Escuadrón que cosechó 77 puntos la pasada temporada perder absolutamente todas las señas de identidad que le llevaron a la cuarta plaza? De nuevo, toca hablar de autodestrucción. De pasada de frenada. De no conocer los límites de uno mismo. En plena fiebre ‘galáctica’, ver a Nuno como ese trágico villano que tuvo el universo en la palma de su mano, dueño de todo, sin la menor atadura, es inevitable. Sin embargo, no supo parar. Su afán de poder y de control rebasó el límite.

Podía haber optado por un camino con menos repechos. Podía haberse dedicado, simplemente, a infundir respeto con su figura, respirar pesadamente cada vez que le preguntasen lo mismo en sala de prensa, perseguir escoria rebelde por la galaxia futbolera y eliminar a la oposición a golpe de goles y resultados. Darth Nuno pudo haberse centrado en ser entrenador, en seguir creciendo en currículo y confianza. En conformarse con su parcela de poder, ya de por sí amplia, y consolidarse en ella como referente dentro de un club en pleno auge. Por el contrario, el portugués quiso más. Siempre quiso más. Ya desde sus particulares Guerras Clon con Rufete (prácticamente desde su aterrizaje en Valencia), trató de abarcar más de lo necesario. Trató de jugar a ser Emperador.

Y Emperador, amigos, sólo hay uno.

A Nuno le resultaba molesta la carencia de fe en sus posibilidades como hombre orquesta. Se enconó en sus métodos y decisiones, cortó cabezas en Paterna (técnicos que sólo duraron un día en sus puestos, personal del ‘staff’, etc) y fichó, mano a mano con George Mendes, una batería de futbolistas cuya experiencia o renombre no casaban con las ingentes cantidades de dinero abonado por ellos. Cuando al equipo se le empezó a ver el cartón, Nuno se empecinó en hacer las cosas a las bravas, por la Fuerza y sin diálogo. Por eso su situación con Negredo se enquistó hasta explotar. Por eso hombres como De Paul u Orban estaban a un paso de marcharse en invierno. Y por eso el Escuadron de la caseta dejó de respetar su figura para pasar a recelar de ella en menos de 12 parasegundos. De Líder Rojo en la 2014-2015 a ser percibido como un Bobba Fett sin escrúpulos. Tras caer ante el Atlético y el engañoso marcador ante el Levante, el espadazo que el equipo se llevó en Bélgica fue de aúpa, como si millones de voces gritaran de terror ante la infamia perpetrada sobre el césped. Darth ya estaba con respiración asistida, pero la sorprendente victoria en Vigo le dio oxígeno. En su visita a Singapur, eso sí, empezó a tener las cosas claras: el Emperador no compartía su visión tan optimista de la situación actual. Las Palmas, Zenit y Sevilla acertaron con la esclusa del reactor y destruyeron definitivamente la Estrella de la Muerte lusa.

En sus días finales, el Darth nos dejó otras decisiones arbitrarias como la de ‘cargarse’ a su mejor soldado de asalto, Jaume Domenech, para el partido de Sevilla (por fortuna, Ryan confió en su instinto y estuvo a la altura). O la de subir a la velocidad de la luz a Rafa Mir de categoría juvenil a la Liga de Campeones, dando proyección a su carrera futbolística pero, al tiempo, haciéndole el foco de todas las sospechas. O sus intentos por generar empatía con tres o cuatro entrevistas en prensa tras año y medio sin dar bola a nadie. Relaciones cibernéticas humanas: demasiada impostura, demasiado tarde.

Su rueda de prensa de despedida condensó en apenas una hora la película de su auge y caída: contradicciones (“nunca quise ser más que el entrenador del Valencia” para, a renglón seguido, analizar y defender los fichajes de los futbolistas por los que apostó en verano en calidad de responsable técnico), autocrítica escasa y medias verdades. Especialmente flagrante supone este último punto, ya que Nuno nunca supo separar ‘su’ verdad de 'la' verdad. Así, muchas de sus justificaciones, perfectamente entendibles (la de la inquina hacia su figura a raíz de la marcha de Salvo y Rufete es un ejemplo perfecto), acabaron naufragando en un mar de intereses y medias verdades. El Darth que jugó a ser Emperador, que no supo delegar ni limitar sus ansias de control ni escoger correctamente las batallas que librar, acabó electrocutado en un banquillo que no vive del pasado ni de promesas, sino del presente y de realidades.

Eso sí… con el riñón cubierto (que te ‘inviten’ a marcharte no es lo mismo que dimitir, por si había dudas) y las puertas de medio universo abiertas de par en par. Ya se encargará el Maestro George de utilizar su Fuerza para encontrarle acomodo pronto.

UNA NUEVA ESPERANZA: GARY NEVILLE Y EL MODELO DE CLUB

Estuvo hábil Layhoon Chan (como corresponde a una ejecutiva de su experiencia) en no resultar taxativa en sus declaraciones respecto al futuro técnico valencianista. Dijo que “no creía” que fuera a tener relación con Mendes y que buscaban liderazgo y conocimiento del club y su afición, aun dejando abiertas las puertas a varios perfiles que pudiesen encajar en esa descripción. La designación de Gary Neville pilló por sorpresa al sector del humo y los espejos y, por qué no admitirlo, a la gran mayoría de nosotros. Nunca ha entrenado en España (ni en ningún otro lugar), y su carné de miembro de la ‘Class of 92’ del Manchester United habla a las claras de su vínculo con Peter Lim y Jorge Mendes, aunque ni de lejos posee la complicidad y proximidad con el portugués que poseía Nuno.

Sus primeras palabras al aterrizar, sin fanfarria y repletas de sentido común (“yo también cuestionaría un fichaje como el mío”), abren una puerta al retorno del Valencia que queremos. Su apuesta -basada en la experiencia sobre el terreno de su hermano Phil- por promocionar a gente de la casa como Miguel Ángel Angulo, Ochotorena o el discreto y fundamental Jordi Sorlí le convierte desde el primer momento en una figura a la que va a ser fácil desear lo mejor. El modelo de club, eso sí, ha quedado todavía más definido para quien tuviese dudas. No hace falta saber bocce para entenderlo: ni Ancelottis ni grandes nombres, sino personas que gocen de la confianza total y absoluta del propietario. Un modelo tan respetable como arriesgado si Lim no se rodea de los asesores apropiados. Pero, cuidado, un modelo increíblemente consecuente y que, en su primer aniversario oficial, demuestra que (al menos en este ámbito) no va a dar bandazos como sí hicieron dirigentes anteriores. Ahora, toca bajar al césped y rehacer un equipo que busca desesperadamente su identidad perdida. Reto mayúsculo: no va a ser como dar una vuelta por el campo. En la grada, una hinchada que volverá a tirar mano de la ilusión, ese arma noble propia de tiempos más civilizados. A Neville sólo podemos desearle toda la suerte de la galaxia con la dosis de exigencia que esta afición se merece.

“Do it or not… but don’t try”. Good luck, Gary.

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