Primera crisis del proyecto Lim: un monólogo mental

Deseo con todas mis fuerzas que Nuno baje conscientemente del pedestal de la intocabilidad y se humanice, reconozca errores y haga propósito de enmienda. Deseo con todas mis fuerzas que la plantilla se conjure y saque a relucir el amor propio que resultó tan decisivo la temporada pasada.


Estoy hasta el gorro de tanta mala leche. Hasta el gorro de haber acortado los plazos y no ir a guerra por semana, sino a guerra por partido. Hasta el gorro de sangrar puntos de manera absurda en un tramo inicial de competición en el que deberías salir con el cuchillo entre los dientes. Hasta el gorro de ver cómo equipos con menor presupuesto e inversión (Celta, Villarreal) sí ganan y, principalmente, lo hacen jugando bien. Hasta el gorro de salir de Mestalla cabreado y escuchar, en las escaleras de bajada, a otros aficionados verbalizar exactamente mis pensamientos. Hasta el gorro de dejar mala imagen futbolística. Hasta el gorro de aquellos que siempre sacan el pasado (para bien o para mal) para atacar en el presente. Hasta el gorro de los paladines de la libertad, los repartidores de carnés y los guardianes del valencianismo. Hasta el gorro de todo.

Es insoportable el caldo de cultivo generado. Es insoportable que oportunistas salten a la palestra a las primeras de cambio cuando las cosas van mal. Es insoportable (también) que no exista el civismo de al menos escuchar lo que tienen que decir, en una ciudad en la que hemos visto Dalports, Alvarados y compañía pululando por sus calles sin siquiera mostrar una mueca de sorpresa. Es insoportable el revanchismo, las ‘vendettas’ personales, el amarillismo disfrazado de periodismo. Es insoportable que el club haya dado por sentada a su hinchada hasta el punto de ahuyentarla de la Champions a base de precios exagerados. Es insoportable que los adláteres del poder distraigan la atención día tras día mediante ataques personales, medias verdades y mentiras absolutas a golpe de red social. Es insoportable que la ciudad se haya convertido en un gigantesco jardín de infancia repleto de vómitos, bilis, escupitajos, dedos en el ojo, pedradas a traición y comportamientos propios de críos de tres años.

No entiendo el odio a Nuno (fomentado interesadamente) por motivos extradeportivos. En realidad, no entiendo el odio en líneas generales. No entiendo que el entrenador decida boicotearse a sí mismo mediante convocatorias con ausencias flagrantes de jugadores importantes (Negredo y Piatti ante el Betis, Mustafi y Orban ante el Espanyol). No entiendo a los futbolistas con menos minutos cuando no aprovechan las oportunidades de las que gozan. No entiendo que tu portero (al igual que la temporada pasada, y la anterior…) sea sistemáticamente uno de los mejores cada partido porque le disparan veinte veces a puerta. No entiendo que haya futbolistas con temor a represalias si expresan su opinión en voz alta ante el técnico. No entiendo las alineaciones del míster cuando decide jugar con bandas y prescindir de un rematador. No entiendo las alineaciones del míster cuando dirige el juego por el carril central y ubica dos puntas, embotellando las líneas de pase. No entiendo el carácter altivo del míster ni su resistencia a dar su brazo a torcer, incluso cuando la realidad le cachetea como nunca. No entiendo el bajón general de rendimiento de la plantilla, ni la ausencia aparente de una mayor profusión de trabajo táctico en Paterna. Últimamente, no entiendo nada.

Me alucina que las tornas cambien con tanta facilidad en esta ciudad, por mucho que lo llevemos en la sangre. Me alucina que, a la mínima que las cosas se tuercen, siempre emane la misma cantinela de la caseta independientemente de la época histórica o el entrenador (primero la preparación física, luego el estilo de juego, luego las rotaciones…). Me alucina que el Valencia acumulase el mismo número de remates en los cinco primeros partidos pero que, por el contrario, la efectividad entre los tres palos bajase a la mitad. Me alucina que miembros del cuerpo técnico estuviesen de risas en la zona mixta de Cornellà-El Prat mientras el drama hacía mella en los aficionados (ay, si lo llega a hacer un futbolista…). Me alucina que sólo ahora la mayoría ponga el foco sobre la política deportiva y la influencia de George Mendes, asesor ‘de facto’ de Lim y su consejo desde los albores de los tiempos. Me alucina que en las ruedas de prensa apenas se hable de fútbol y de táctica. Me alucina (más todavía) que el club cada vez se exponga menos mediáticamente, restando alcance a sus patrocinadores y (ante todo) privando a sus aficionados de las voces de sus futbolistas en días de resaca en los que se agradecerían explicaciones. Me alucina que Nuno de rienda suelta a la euforia y salude a los aficionados cuando hay victorias y que ‘s’amague’ en las derrotas (también dentro del vestuario les resulta llamativo). Me alucina que las Fallas lleguen más pronto cada año.

Deseo con todas mis fuerzas que el equipo espabile. Deseo con todas mis fuerzas que André Gomes regrese cuanto antes, al igual que Gayà, Ryan y Alves. Deseo con todas mis fuerzas que Nuno baje conscientemente del pedestal de la intocabilidad y se humanice, reconozca errores y haga propósito de enmienda. Deseo con todas mis fuerzas que la plantilla se conjure y saque a relucir el amor propio que resultó tan decisivo la temporada pasada. Deseo que cuerpo técnico y plantilla se ‘miren a los ojitos’. Deseo que hablen, que se comuniquen, que discutan, que alcancen puntos intermedios, que lo resuelvan. Deseo una grada libre de crispación, eufórica pero moderada en la victoria y crítica pero constructiva en la derrota. Deseo que el equipo les de motivos para sonreír. Deseo orden en la estructura de club. Deseo que Peter se involucre personalmente para apaciguar los ánimos. Deseo que se paguen precios más ajustados al mercado por las futuras incorporaciones. Deseo más transparencia en la gestión, como con todos los equipos directivos desde que tengo uso de razón. Deseo ganar. Eso es el fútbol. Ganar.

Deseo todo lo anterior y mucho, mucho más. Sólo así el Valencia derrotará al Granada y quizá, sólo quizá, se iniciará una racha que devuelva unas aguas embrutecidas a su cauce. En caso contrario… seguiremos deseando cosas que no ocurrirán. Y alucinando día tras día. Y sin entender absolutamente nada. Y viviendo un ambiente insoportable. Y, desde luego, seguiremos estando hasta el gorro.

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