Notas al margen para epilogar un 2014 de locos

Necesitamos recuperar la normalidad que da el fútbol semana a semana. Hablar de táctica, de alineaciones, fichajes, altas y bajas. Criticar con argumentos y no basándonos en filias o fobias. Encajar la crítica respetuosa con entereza. Trazar una línea de intolerancia con el intolerante, ese que no tiene sitio en esta nueva época que se abre ante nosotros.


Entre atracones e indigestiones, 2014 se nos escapa entre los dedos en unos días finales que sirven como momento ideal de introspección. Imposible no enzarzarse en discusiones con el cuñado, tío, primo o familiar de turno respecto a un año deportivo de locura, doce meses de montaña rusa con jornadas épicas y otras bastante lamentables que terminan, como diría aquel, en todo lo alto.

2014 será el año de la venta. Nadie recordará dentro de una década a Pizzi en el banquillo, una final de Europa League que se escapó en el último suspiro o el ambiente que se vivió en Mestalla la noche del partido ante el Basilea. Sí se tendrá una imagen nítida, en cambio, de un proceso de venta con episodios bochornosos y que no hicieron justicia a la importancia de lo que había en juego: la supervivencia del Valencia CF, ni más ni menos.

¿Se puede resumir el proceso de venta en un párrafo? Amadeo Salvo presentó hace un año a su comprador. Bankia no lo tomó en serio y tenía otras preferencias. Salvo contraatacó apelando a las masas. Se configuró una comisión gestora que, francamente, gestionó más bien poco. Comparecieron siete ofertas al proceso de las cuales la mitad eran de chichinabo, y otro cuarto no tenían enjundia que las respaldase. El mano a mano final, Cerberus contra Lim, se decantó por este último. Bankia y el magnate negociaron con dureza durante meses tratando de maximizar su beneficio en la operación final. La venta se firmó un 1 de diciembre. Todos contentos. Colorín, colorado.

Sinceramente, podrán contarse con los dedos de una mano a aquellos que estén orgullosos de lo ocurrido en Valencia durante el proceso de venta. No hemos estado a la altura, y de puertas para afuera han aprovechado la coyuntura para atizarnos y comernos la tostada a nivel mediático y, por descontado, a nivel deportivo. El octavo puesto de la temporada pasada todavía pesa como una losa. La escalada ha empezado, pero resta mucho camino por recorrer. Sólo con rigor y seriedad, tanto dentro del club como en su entorno, podemos reclamar el respeto que se nos ha perdido.

De aquellos primeros meses en los que se apeló a la calle para decantar la balanza en una batalla a priori desigual entre Salvo y Bankia, toca quedarse con una de las mejores noticias de la historia reciente del club: el pueblo, aletargado durante un quinquenio aplatanador y en el que nos habíamos acostumbrado a portar la resignación por montera, al fin acabó despertando. Los aficionados recuperaron su voz para dejar claro lo que querían pero, especialmente, lo que no querían. ¿Cómo podría alguien culparles? A nadie puede extrañar que el hincha escoja un camino a recorrer de la mano de gente con nuevas ideas, y repudie a aquellos cuya originalidad quedó atascada en los albores de los tiempos.

La salida a la calle de cuatro mil personas un 14 de agosto daría para varios estudios sociológicos. Lo escribió con buen tino Ignacio Fernández-Delgado, cuando deseaba que Lim hubiese visto desde Singapur las imágenes y fotografías de varios miles de seguidores inundando las calles del Cap i Casal: "Se ve la ciudad preciosa, dan ganas de invertir". Peter aguantó el tirón de la negociación, su estrategia se confirmó como exitosa y acabó llevándose el gato al agua. Y, con su éxito, la ilusión de miles de valencianistas hartos de prescindir de sus ídolos de forma anual, cansados de mediocres celebraciones de terceros puestos y hastiados de ver cómo las soluciones de los 'doctores' en las altas esferas del club pasaban por cercenar y amputar extremidades para mantener respirando a un muerto en vida. Hacía falta pasta para revivirlo, y Peter la traía consigo. Ni más, ni menos.

De todas esas personas que acudieron a la concentración de agosto, un número significativo eran socios de la Grada Joven del club: todos ellos acudieron a título personal, dado que la Curva Nord optó (con buen criterio, ya que recibió presiones de absolutamente todos los frentes) por mantenerse neutra en el proceso de venta. No como colectivo, pero sí mediante representación de buena parte de sus miembros, la Grada de Animación también reclamó que se dejase paso a nuevas ideas en la entidad. Ahora, el club parece no querer tener nada que ver con ellos. Otra de las consecuencias de un año que ha resquebrajado y desvencijado, sin llegar a romper, muchos de los vínculos afectivos en el seno del valencianismo. Por suerte, aún hay tiempo para reconducir las posturas.

En el año de la venta, el rebrote de ilusión colectiva es con diferencia la mejor noticia. Y esa ilusión ya empezaba a adivinarse incluso antes de vender la mayoría accionarial a Lim. La bipolaridad del equipo ('sempre blanquinegre') quedó constatada en la eliminatoria de Europa League ante el Basilea: del tremendo patinazo en el partido de ida al éxtasis de la remontada en la prórroga para entrar en semifinales. Lo vivido aquella noche demuestra que la ilusión, por muy muerta que parezca, siempre rebrota con más fuerza; sólo hay que darle un poquito, apenas unas briznas de esperanza, para que los hinchas la hagan crecer.

Luego, el gol de M'Bia y la eliminación en semifinales recordó a todos que el fútbol tiene un alto componente de fortuna. Ah, y que había que reforzar al equipo impepinablemente para que nunca, nunca jamás, vuelva a ocurrir una injusticia de tal magnitud.

Por el camino queda una espiral decadente de insultos y mala educación que caló en el entorno hasta cotas insospechadas si hablamos de un club civilizado. Muy, muy desagradable. Para que más de uno haga examen se conciencia y se abochorne. Respecto a la labor periodística, el trabajador riguroso con aciertos y errores habrá aprendido mucho a lo largo de los últimos meses. Y el que haya decidido tomar la senda incorrecta e incidir en el error, o bien seguir con la retahíla de descalificaciones hacia aquellos que no comparten su forma de pensar… ya se apañará.

Aguarda un futuro incierto. Los cambios se suceden en el fútbol español a gran velocidad, preso de unos dirigentes inoperantes y absolutamente incapaces de desarrollar su labor con un mínimo de credibilidad. Que un tipo como Javier Tebas se haya erigido en adalid de la transparencia es como poner al zorro a cuidar del gallinero. Ahora toca amenazar y patalear por la charlotada de los insultos en los estadios. Cada pirueta supera la anterior mientras los verdaderos problemas de fondo y la desigualdad económica entre los dos 'enchufados' y el resto de clubes sigue acrecentándose. Villar se esconde, Tebas da tiros al aire y mientras, el Valencia observa cómo crecen los recelos en nuestro país respecto a su nuevo propietario. Si ya de por sí se miró siempre en dirección a Mestalla con ojos inquisitivos, a partir de ahora va a ser un no parar.

Por eso la única forma de crecer en 2015 será si todos los estamentos reman en la misma dirección, dejando al mismo tiempo el margen necesario para opiniones divergentes. Que se permitan líneas y corrientes de disidencia respecto al 'aparat' oficialista, porque el análisis crítico es la única forma de mejorar. Que esta evaluación se haga siempre desde un punto de vista constructivo. El valencianismo ya tiene de por sí suficientes enemigos en el exterior como para seguir regando las semillas de más problemas internos.

Para ello, el club deberá demostrar una sensibilidad que parece haber desaparecido en meses recientes: aquella en la que tienda la mano y trate con igualdad y respeto a todos los aficionados, medios de comunicación, colectivos e integrantes del tejido social que envuelve al Valencia. Y que estos devuelvan el trato con idéntico mimo. Lay Hoon, Kim Koh y el resto de nuevos dirigentes deben recordar cada día que esta no es una empresa más, y que la joya de su corona bien merece que se le dé lustre a diario.

Necesitamos recuperar la normalidad que da el fútbol semana a semana. Hablar de táctica, de alineaciones, fichajes, altas y bajas. Criticar con argumentos y no basándonos en filias o fobias. Encajar la crítica respetuosa con entereza. Trazar una línea de intolerancia con el intolerante, ese que no tiene sitio en esta nueva época que se abre ante nosotros. Disfrutar de la gran plantilla con la que cuenta el equipo, la mejor desde la temporada 2008-2009 y que tiene ante sí la obligación de conquistar una plaza para la próxima edición de la Liga de Campeones. Nuno, primerizo pero ambicioso, recogió el guante en verano lanzado por su amigo Peter. La Champions tiene la llave de la temporada que viene y sucesivas. Entrar en ella no es sólo una deuda con los aficionados; también supone cumplir a rajatabla con la hoja de ruta que el magnate ya ha dibujado en su mente.

Terminó 2014 y nos dejó a todos exhaustos por tantas emociones, casi ninguna de ellas netamente deportiva. Ahora, estimados amigos, empieza lo mejor. Disfrútenlo. Felices fiestas a todos.

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