Tender la mano al pueblo

Tres mil quinientos tíos a las nueve de la mañana en plena ola de calor abarrotando la tribuna del estadio para presenciar un entrenamiento y ver en acción a los suyos. Los periodistas, satisfechos de poder ver y desmenuzar la metodología de trabajo de Nuno. Y la plantilla encantada, porque también el futbolista necesita saber y sentir de vez en cuando de cerca que la camiseta que porta en cada partido representa las ilusiones de miles de personas.


Tres mil quinientas personas se dieron cita en Mestalla este miércoles.

Repetimos: tres mil quinientas personas se dieron cita en Mestalla este miércoles.

No había concierto, ni partido, ni una presentación de campanillas de un flamante fichaje -hablaremos de eso más adelante-. Tampoco una manifestación convocada de urgencia para arengar al valencianismo de base, ni una asamblea general. Un colectivo enorme de personas se juntaron, simple y llanamente, para presenciar un entrenamiento.

Es evidente que el nuevo Valencia de Nuno ha conectado con la hinchada, como lo hiciesen técnicos como Pizzi o Valverde nada más aterrizar. Gusta el juego exhibido, gusta la filosofía implantada y, de momento, apasiona la imagen y la casta que los once hombres -o diez, como viene acostumbrando en lugares como el Sánchez Pizjuán- han demostrado en los compromisos más recientes. Eso, a primera vista, en lo futbolístico. Profundicemos un poco más entre bambalinas.

No recuerdo exactamente el día, pero mediada la etapa de Unai Emery al frente del equipo, el Valencia decidió 'bunkerizarse'. Lo hizo escudándose en que había sido el entrenador quien lo había solicitado expresamente. Tras los meses negros vividos con Koeman al frente -el holandés blindó los entrenamientos, que básicamente consistían en partidos de futvoley, y alzó un murete en el interior de Paterna muy representativo respecto a la distancia que su cuerpo técnico quería establecer con los medios-, parecía que con Emery había regresado una normalidad relativa. Entrenamientos abiertos a la prensa a excepción de un par de sesiones a la semana, en la que se trabajaba la estrategia con las instalaciones cerradas a cal y canto.

El invento funcionó mientras los resultados acompañaron. Cuando llegaron un par de derrotas, hubo que buscar culpables. La prensa, cómo no, tenía todas las papeletas. Se usó a los espacios de deportes a nivel nacional, ya imbuidos en aquella época en la glorificación de la anécdota y la noticiabilidad de la chorrada a diario, para justificarlo. "No puede ser que salgamos en Madrid en una pieza de dos minutos con Unai y el Tino diciéndose de todo", me espetó alguien del club en aquellos días. Emery pedía intimidad, y al club y a Llorente le vino de perlas también para que las gallinas no se escapasen del corral a nivel informativo.

El 'bunker' se hizo mayor con el paso de los meses. Retornó el indigno muro, y lo hizo con refuerzos: pronto, el aparcamiento interior también estaría vetado para prensa y aficionados. Luego, el exterior. Finalmente, incluso el parking externo a la Ciudad Deportiva acabó en el punto de mira. Por fortuna, los aficionados siguieron pudiendo montar guardia para esperar a sus ídolos, estrechar sus manos, recibir sus firmas y hacerse fotos o 'selfies' sin problema alguno.

EL CLIENTE SIEMPRE TIENE LA RAZÓN

Simpáticas fueron las reacciones a la denuncia en voz alta de la situación en 2011, cuando se aludía a un alejamiento del equipo respecto al aficionado que no le hacía ningún bien al club a nivel de imagen y percepción externa. Desde un jocoso "pues Real Madrid y Barcelona lo hacen y les va fenomenal" -claro, porque es imposible crecer sin copiar a otros clubes, especialmente en lo que hacen mal…- hasta el exasperante y ciertamente insultante "te quejas porque no damos bola a la prensa, a ti los aficionados te dan igual". Hubo que tirar de meditación y morderse la lengua muy fuerte en aquella época, sí.

Sea como fuere, el club mantuvo esa política posteriormente con Pellegrino, Valverde, Djukic y Pizzi. Todos ellos fueron técnicos cercanos a nivel personal, pero los rutinizados quince minutos a puerta abierta y posterior cerrojazo seguían sin cambiar. Pocos detalles, pocos gestos con el militante de a pie. Poco a poco se estandarizó también el distanciamiento con una grada ansiosa de cercanía para olvidar quizá que desde las altas esferas del club parecían navegar en una onda de pensamiento anquilosada y alejada de la realidad social de la institución.

Este año -¡al fin!- parecen estar dándose pasos en la dirección adecuada. Los escasos y esporádicos entrenamientos abiertos al público en años anteriores -casi siempre abarrotados de seguidores en Paterna- habían dado indicios suficientes. Era de cajón, pero nadie daba el paso adelante. Y gran parte de la responsabilidad hay que atribuírsela a Nuno Espírito Santo. Su pertenencia a la factoría Mendes es, en este sentido, un gran punto a su favor: el portugués sabe que, para ganar partidos, todo suma. Que hay que vender el producto incluso antes de que el árbitro pite el inicio del partido. Y que tener a la masa social 'enchufada' es un activo de un valor incalculable.

El entrenador no necesita para ello de grandes presupuestos ni de estrategas de imagen que se rompan la cabeza ideando formas de llegar al aficionado para 'tocarle la patata'. Con un puñado de carisma, un toque de mensaje ganador y una pizca de fortuna -de que la pelotita entre, más bien- es más que suficiente. La hinchada está disfrutando de lo lindo en este inicio de temporada, aunque apenas llevemos un partido. Incluso ayuda a olvidar que el club haya obviado las presentaciones multitudinarias este verano -todas ellas humildes, todas ellas en salas de prensa- y ya no visite como antaño las localidades más representativas de la Comunitat para llevarlas a cabo.

Así llegamos al día de hoy. Tres mil quinientos tíos a las nueve de la mañana en plena ola de calor abarrotando la tribuna del estadio para presenciar un entrenamiento y ver en acción a los suyos. Los periodistas, satisfechos de poder ejercer su labor, de ver y desmenuzar la metodología de trabajo de Nuno. Y la plantilla encantada, porque también el futbolista necesita saber y sentir de vez en cuando de cerca que la camiseta que porta en cada partido representa las ilusiones de miles de personas.

Queda mucho trabajo todavía, no lo olvidemos. Ha costado una barbaridad… pero al fin se ha regresado a la senda correcta. La del respeto a la afición. La de buscar puntos de consenso con las bandas de música en lugar de eliminarlas de Mestalla. La de ver a Nuno y la plantilla acudir en tropel a la zona de la animación visitante en cada choque a domicilio, para agradecer a los sufridos seguidores su esfuerzo por acompañar al equipo en su desplazamiento. La de pensar con una mentalidad de 2014, y no de 1914. En definitiva, la de honrar y potenciar una identidad, un escudo, unos valores. Sin eso, este club, ningún club, podrá conseguir nunca nada.

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