Lagarto, lagarto

Las cosas se pueden hacer mal, muy mal o como las ha hecho el Valencia


La destitución de Pizzi con un comunicado en el que se apela a "la estabilidad deportiva" pone fin a la trayectoria del técnico argentino en el club de Mestalla y escribe una página indecorosa en la historia del Valencia. Para empezar habría que asumir el ridículo que supone ratificar a alguien y tener que despedirlo al poco tiempo, cosa que todavía no ha sucedido. En segundo lugar, habría que plantearse por qué el club toma decisiones en función de los criterios de un posible nuevo dueño. En esta misma reflexión cabe preguntarse por qué los auditores del potencial propietario tienen potestad para enviar un burofax para decirle a los ex-futbolistas que abandonen su sede.

Es cierto que la situación es complicada: los tiempos del fútbol, es decir, la pretemporada fijada para el 9 de julio, no son los mismos que los que exige una compra-venta de una empresa multinacional, es decir, papelitos, folios y demás. Puede que el problema sea que desde el 17 de mayo se esté anunciando que Peter Lim es el nuevo dueño del Valencia CF cuando no es así. También es verdad que hubiera sido feo, como señalamos el otro día, despedir a Pizzi un día después de su vuelta de vacaciones debido a un cambio en la mayoría accionarial. El problema se debía haber atajado antes, cuando se aireó que el técnico de Lim y Mendes era Nuno. Entonces, el club debió haber aclarado que esto sería así si el Valencia se vendía pero que, hasta que eso sucediera, Pizzi era el entrenador elegido. A fin de cuentas el técnico argentino estaba prevenido de que esto podía suceder cuando vino al Valencia y aceptó el cargo a conciencia. Sin embargo, destituirle porque puede que haya un nuevo dueño no estaba previsto. Hace tan sólo dos días se emitían señales pesimistas respecto a la venta en la Fundación y hoy, como ayer, se da por hecho que se va a producir. Sea como fuere, en el camino hemos perdido dignidad.

Algunos deberían grabarse a fuego que antes y después de Lim está el Valencia, "por la derecha y por la izquierda" que diría el presidente. Hay que salvar el club pero no hay que renunciar a ciertos códigos que deberían definir la identidad de la institución. Pizzi los conocía y los aplicaba, a Salvo y a Rufete parece que se les han olvidado.

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