Una industria condenada al fracaso

La afición es el eslabón más débil pese a ser la que sustenta el negocio


Los organismos oficiales, nacionales y europeos dieron ayer muestras de cómo funciona la industria del fútbol. Se trata de un negocio obsceno condenado a desaparecer, en tanto en cuanto desprecia a su mayor tesoro, el aficionado. El caso de la LFP no sorprende. Por poner sólo un ejemplo, la temporada pasada se jugó en Mestalla un partido que empezó en domingo y acabó en lunes laborable. Ahora han cambiado el horario del Rayo-Valencia para que las autoridades puedan asistir a un improvisado homenaje a la afición del Villarreal por su comportamiento ejemplar tras lanzarse un bote de gas lacrimógeno sobre el césped de El Madrigal la pasada jornada. La novedad en este asunto es que tanto la Agrupació de Penyes Valencianistes como el club han puesto el grito en el cielo y han denunciado tan arbitraria decisión que perjudica los intereses de los seguidores valencianistas. Ese es el camino y se puede añadir que ya era hora. En este sentido, todavía esperamos que Amadeo Salvo se desmarque públicamente de la petición de indulto a José María del Nido. Aunque la firma fuera a título individual el presidente del Valencia adquiere unas servidumbres en el plano personal por el cargo que ostenta. Tampoco estaría de más que se fuera anunciando guerra para el próximo reparto de los derechos televisivos. Ya está bien de bajar la cabeza.

El otro punto de conflicto está en el viaje a Kiev del equipo. Es probable que la UEFA decida a lo largo de la mañana la suspensión del partido. Aunque la integridad física de los jugadores quede salvaguardada con esta decisión queda la duda sobre qué ocurrirá con los aficionados de la Penya Rusa que ya han emprendido su viaje para animar al Valencia. Algunos están recorriendo más de 2.000 kilómetros. Estaba previsto que 80 de estos aficionados apoyaran al equipo en Kiev, muchos de ellos han renunciado, pero otros, como la UEFA no ha dicho nada, ya han emprendido la marcha. El club tiene la obligación de exigir al máximo organismo del fútbol continental que vele por la seguridad de estos seguidores y debe compensarlos en caso de que el partido no se celebre.

Así está montado este negocio. Por eso se sustenta en la mentira. Mientras, la única verdad es la que llevan en sus corazones los aficionados capaces de recorrer kilómetros para apoyar a su equipo. Hay que estar muy ciego para no verlo.  

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