Historia de una perversión

La Fundación ha vuelto a morir, viva la Fundación.


Hace ya unos cuantos años, una serie de valencianistas con Juan Martín Queralt al frente, ante la deriva caudillista que estaba adoptando Paco Roig decidieron crear un órgano externo al club para actuar de contrapeso democrático. Los accionistas debían depositar sus acciones en una institución cuyos estatutos procuraban crear una sociedad mejor con el Valencia CF como herramienta.

La Fundación del Valencia después de Queralt pasó por varias etapas, a cuál peor. Primero perdió su independencia y se convirtió en un órgano controlado por el club y con patronos institucionales que, mayoritariamente, querían utilizar al Valencia como herramienta para sus propios fines. Después vino la ampliación de capital y la sopa boba del máximo accionista. Una situación surrealista en la que los poderes políticos y financieros dejaban que el organismo fuera controlado por el club. Se daba la paradoja de que con la máxima cuota de poder la Fundación se moría de inanición.  

Después, con Aurelio, volvió el idealismo de la primera época pero la Fundación ya estaba demasiado comprometida. La falta de refinanciación laminó cualquier esperanza de cambio y ahora, la perversión, tiene rango estatutario. Es cierto que se parece a las Fundaciones de los demás clubes. También es cierto que se le puede llamar Fundación de la misma manera que se le podría llamar departamento de responsabilidad social del Valencia CF. Y lo que es definitivamente innegable es que la realidad de la institución nada tiene que ver con aquel noble e idealista proyecto que en su día, por poco tiempo, fue la Fundación.

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