Llorente como punta del iceberg

El ex presidente quiere salvar su pellejo pero la situación es más compleja


Publicaba ayer Las Provincias que Manuel Llorente ha pedido al juez que lleva el caso de la querella por la ampliación de capital que avise a Mériton, al CSD y al Protectorado sobre este asunto, que cabe la posibilidad, según el ex presidente, que aquella operación quede anulada y la venta del club no tenga sentido al haberse comprado acciones que no existen legalmente. Hay quien deduce que con esta maniobra Llorente quiere sembrar el caos para torpedear la venta del club pero parece difícil imaginar que, tras diez meses de estudio, Mériton no lo haya previsto. De hecho, fue una de las contingencias que los auditores de la empresa de Singapur señalaron como impedimento para comprar el Valencia CF. En su día, Andrés Sanchis, el abogado que interpuso la querella, llegó a un acuerdo con Amadeo Salvo para modificar el contenido de la denuncia para que la empresa de Peter Lim tuviera garantizada su inversión en el Valencia. Por todo ello, y sin ser expertos en la materia, se puede deducir que Llorente lo único que busca es lanzar un globo sonda para ver si, de esta manera, Andrés Sanchis acaba retirando toda la querella de manera definitiva, es decir, la parte que le afecta a él.

Siendo este el caso se puede extraer la conclusión de que Llorente tiene miedo de lo que pueda dictaminar el juez. Se puede interpretar que no tiene la conciencia demasiado tranquila. Se cargan las tintas contra el ex presidente con razón pero se olvida la parte más importante del asunto. Aquella ampliación de capital por la que la Fundación se hizo con la mayoría accionarial del club gracias a un crédito de Bancaja avalado por el IVF tiene dos culpables de mayor calado. Olivas por ser el presidente de la entidad financiera y Camps por ser el presidente de la Generalitat.

Fue una maniobra propia de aquellos tiempos. Bajo la apariencia de salvar al club los poderes organizaron la trama para tener el control absoluto del Valencia. Se completó la primera fase de la ampliación en la que los accionistas gastaron 18 millones de euros con una limitación en el cupo de títulos a comprar. Los poderes hicieron sus cálculos interesados y pensaron que el resto de fases no se iban a completar y decidieron dar el golpe de Estado. No permitieron que los no accionistas compraran títulos o que se pudieran comprar más acciones sin limitación de cupo. En 2009 nos volvieron a robar el Valencia como en la ampliación de capital de 1996. Por cierto, hay periodistas y medios de comunicación que estaban en aquellas épocas que no dijeron nada al respecto. Llorente ahora trata de salvar su pellejo pero esto es más complejo. Cuando empezaron a salir las contingencias durante el proceso de venta asumimos que el Valencia, gracias a la actuación de anteriores mandatarios, era un club invendible. Y de hecho, si se hiciera una limpieza a fondo de toda la basura que hay bajo las alfombras, el Valencia no se podría vender. Podemos aceptar el presente y mirar al futuro con optimismo pero no conviene olvidar cómo hemos llegado hasta aquí. Y ese análisis no se puede detener en la punta del iceberg. A algunos nos entristece que el Valencia no sea de los valencianistas y otros utilizan ese discurso siendo los culpables de que el Valencia no sea de los valencianistas. Es repugnante. Sea usted más que bienvenido Mr. Lim.

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