La Zona Aragonés

Tras muchos años en los que lanzar las campanas al vuelo era imposible o, peor, daba vergüencita ajena dadas las circunstancias en las que se encontraba el club, casi es de agradecer que alguno salga a la calle con la botella de champán abierta dando por sentado que el Valencia puede ser campeón de Liga hasta la última jornada.


“Las Ligas se deciden en los últimos diez partidos. Hasta entonces, la única cuestión es estar en la pomada”. Luis Aragonés plasmó en su día, en apenas un par de frases, toda una filosofía deportiva que ha transmutado en los últimos años al “partido a partido”, “no pensamos en los demás” o el célebre “no hemos ganado nada”. Topicazos que serían hasta de agradecer de no ser porque, en realidad, los jugadores sí suelen pensar más allá del siguiente compromiso, sí suelen estar pendientes de lo que hacen el resto de equipos y sí suelen felicitarse cada lunes, al terminar la jornada con una victoria más en el zurrón, por la buena trayectoria que lleve el equipo.

Sí, los conjuntos suelen hacerlo… pero no el Valencia de Nuno.

Verán, el actual Valencia del técnico portugués se ha empeñado en ir contracorriente y en no caer en los errores habituales de las plantillas jóvenes e inexpertas. ¿Recuerdan aquello de "vía libre para la final de Copa" y lo que ocurrió después? Para empezar, el vestuario se ha blindado contra la euforia desmedida y el triunfalismo que han invadido a un sector del entorno que habla sin tapujos de ganar la Liga. Así, a lo bruto. Ilusiones ambiciosas y muy respetables, sin duda, pero que se topan de frente ante una realidad matemática, implacable e increíblemente frustrante: la que refleja unas escasísimas opciones, milagrosas, remotas a más no poder, de que conquistar el título liguero sea posible. Y Nuno lo sabe. Hablemos, pues, de conceptos menos etéreos.

LA CESARINI DE FINAL DE TEMPORADA

La célebre ‘zona Cesarini’, esa en la que los equipos con ángel baten la portería rival sobre la bocina en los últimos compases de un encuentro, tiene su equivalente anual en la ‘zona Aragonés’. De nada sirve una gran campaña repleta de buenos resultados si el equipo se hunde físicamente en las últimas diez jornadas. Por el contrario, una temporada infame puede arreglarse por obra y gracia de un ‘sprint’ final acojonante: recuerden, sino, aquella recta final con Valverde en el banquillo que conjugó ambas 'zonas' con precisión suiza. Con Txingurri en el banquillo, el Valencia anotó un porrón de goles sobre la hora para ganar partidos atascadísimos con una plantilla cogida con pinzas. Seis victorias, dos empates, dos derrotas en la “zona Aragonés”. Sólo el batacazo (o 'guinde', según se vea) en el Pizjuán evitó que en la 2013-2014 el equipo sí escuchase el himno de la Champions League.

Luis nunca hablaba por hablar. El ‘Sabio’ conocía intrínsecamente el fútbol y sus circunstancias como nadie, y vio a lo largo de su vida muchas quinielas millonarias en esas últimas fechas. Los pronósticos suelen saltar por los aires: el favorito ya no lo es tanto, y el equipo que asume el papel de presa fácil se defiende como gato panza arriba. Entra en acción el otro fútbol, el que va más allá del análisis racional, del presupuesto o del nivel futbolístico demostrado hasta el momento. Equipos con grandes jugadores acusan el cansancio excesivo o las pocas rotaciones de su míster, y la ‘pájara’ se traduce en dos o tres ‘pinchazos’ que les alejan de su objetivo. Otras escuadras, en cambio, alcanzan la ‘zona Aragonés’ en pleno pico de rendimiento, tras una buena planificación de las cargas físicas que ha podido lastrarles en otros momentos de la temporada. No ahora. No en la recta final, donde todo está en juego. Ese, entre otros, fue uno de los secretos del legendario equipo de Rafa Benítez y al que contribuyó de forma decisiva Pako Aiestarán: una plantilla sana, en plena forma, con el depósito lleno y lista para vaciarse en las últimas diez jornadas.

Al factor del cansancio se le unen otros intangibles que entran en acción en el tramo final de los torneos. No es lo mismo un partido en la jornada 18 que en la 37, aunque el rival sea el mismo y tenga la misma plantilla y/o entrenador. Sucede especialmente en esos rompequinielas que son los estadios donde se disputa el descenso. El fuego de Segunda sirve como acicate imprescindible: el 'caloret' del descenso provoca que la grada apriete más, la hinchada local se desgañite y no es raro que la tensión pueda cortarse a rebanadas con un cuchillo. Y el Valencia se las va a ver en esas: el Juegos del Mediterráneo en la última jornada, Vallecas dentro de un mes o el propio Martínez Valero esta semana podrían ser plazas propicias a principios de año, pero cuidadín en este tramo final, porque van a esperarte con la escopeta cargada. Otros equipos, como Eibar, Granada o Levante, vendrán a Mestalla con idénticas ganas de guerra: su supervivencia en la élite está en juego.

Añadamos al mejunje la motivación intrínseca para aquellos clubes que compiten por Europa, los arbitrajes sibilinos que pululan siempre prestos a cambiar un signo de partido en la recta final de la Liga y, cómo no, el controvertido asunto de las primas por ganar. La exhaustiva vigilancia de la LFP quizá propicie esta temporada, eso sí, menos ‘campanadas’ por parte de equipos que aparentemente no se juegan nada y salían antaño a muerte ante el campeón de Liga o uno de los equipos de la zona baja. Y… mejor dejémoslo ahí.

Lo dicho. ¿Ganar la Liga? Sería un milagro.

“¡PESIMISTA!”

“¡Golfo!” “¡Cenizo!” “¡Antivalencianista!” “¡Rata!” Habrá de todo. Habrá quien el baño de realidad le siente mal, y habrá quien esté de acuerdo. En el vestuario, desde luego, cualquier voz que pida pies en la tierra y cabeza fría será recibida con agrado. Ellos siguen a lo suyo. El míster sigue a lo suyo. Ganar al Elche. Mentalizarse bien. Ganar al Villarreal, en el que quizá sea el partido en casa (junto al del Levante) en el que más apuros pueden pasarse de aquí a final de año. Seguir sumando, seguir amasando puntos. Esa, y no otra, es la mentalidad.

Tras muchos años en los que lanzar las campanas al vuelo era imposible o, peor, daba vergüencita ajena dadas las circunstancias en las que se encontraba el club, casi es de agradecer que alguno salga a la calle con la botella de champán abierta dando por sentado que el Valencia puede ser campeón de Liga hasta la última jornada. Siempre es mejor hablar de cosas buenas que lamentarse por una mala época en el club. Pero (y ahí es donde pretendo llegar) hay que tener dos dedos de frente y hablarle a las masas con responsabilidad. Con ‘trellat’. De ahí que nadie en el club, ni en su cúpula ni en los estamentos intermedios, hable de la Liga a día de hoy. Ni lo harán hasta (¡ojalá!) las últimas cuatro o cinco jornadas, siempre y cuando el Valencia siga en el ajo, en la "pomada" de Luis.

Porque, que nadie lo olvide, esto es Valencia. Mecha corta. La línea entre el cielo y el suelo, entre la gloria y el fracaso, es muy fina. Repite hasta la saciedad que el Valencia es candidato, que debe pelear la Liga, que opta a conquistar el trofeo… y te toparás en la jornada 38 con un sector significativamente amplio de aficionados encabronados con el equipo, enfadados, descontentos, reprochándole su fracaso (sic) al entrenador y sin poner en valor la gran labor realizada por una escuadra prácticamente nueva al conquistar la tercera posición (esa es la predicción más ‘segura’ en pleno mes de marzo). Porque somos así. Para lo bueno y para lo malo, somos así.

Para materializar el milagro, estamos hablando de ganar todo lo que queda: once victorias seguidas, lo cual llevaría directamente a Nuno al Olimpo de técnicos en la historia del club, especialmente si consideramos que la actual mejor racha del portugués son cuatro partidos seguidos ganando, y siete seguidos sin perder. Estamos hablando de que Real Madrid (siete puntos por encima) y Barcelona (ocho puntos) van a acumular por lo menos tres ‘pinchazos’ en las once jornadas que quedan. Estamos hablando de ganar en el Camp Nou a un Barça que ha ganado 17 de sus últimos 18 partidos y se ha 'zumbado' sin piedad al Manchester City. Estamos hablando de ganar en el Bernabéu a.k.a. “La Cueva de Alí Babá”. Estamos hablando de ganar los dos ‘derbis’ ante Villarreal y Levante. Estamos hablando de que el Atlético de Madrid, cuya clasificación para cuartos de la Champions mucha gente celebra “porque le desgastará mucho para la Liga”, no aproveche la victoria ante el Bayer Leverkusen como revulsivo moral que le ayude a imponer esa velocidad de crucero en competición liguera que le llevó el año pasado a ganar el campeonato. Estamos hablando de que, una vez alcanzado el liderato o estando cerca, a una plantilla joven como esta no le entre el vértigo de tener la gloria cerca. Estamos hablando de que el ‘stablishment’ (Tebas, árbitros, etc) ‘permitan’ que se cuele un invitado inesperado a la fiesta.

Estamos hablando de todo lo anterior… a la vez. Todo. Como encajar un elefante en una nevera. Entiendan, pues, que abracemos en este texto el realismo y a aquellos que mantienen los pies en el suelo.

A LO QUE ÍBAMOS

No manejo aplicaciones estadísticas ni nada que se le parezca, pero suelo fiarme de los números, siempre acompañados de las sensaciones. Hace semanas que muchos hemos echado cuentas con la cabeza y sí, un poquito con el corazón.

Y salen 80 puntos.

Cabeza y corazón dicen que el Valencia no perderá ante Barça y Madrid en los duelos directos. De esos seis puntos, algo rascará. Ambos me dictan (respaldados por la estadística) que el pleno de puntos en Mestalla sí es una posibilidad, aunque lo normal es algún ‘pinchazo’ (precisamente en los derbis). Y pese a ello, acabar la temporada con 16 victorias en casa en 19 partidos (mejor Valencia local de todos los tiempos) sería factible. Al igual que llegar a esos 78-80 puntos que convertirían a Nuno en el mejor debutante en un banquillo del club blanquinegro, y a esta plantilla en el mejor Valencia liguero de toda la historia. El mejor en 96 años, tetes. Es de justicia reconocerlo.

Y pese a todo ello… lo normal, lo previsible y lo matemáticamente lógico es que ocupes la tercera plaza a final de temporada.

Porque había mucho terreno perdido que recuperar, y un año no es suficiente. Porque el mero hecho de ‘birlarle’ al Atlético del Cholo esa posición ya sería un logro para enmarcar. Porque el tinglado está montado para beneficiar a las dos ‘mellizas’, y cambiar eso va a costar por lo menos un par de añitos más. Porque en una temporada notable para el Valencia, sería muy triste acabarla con una amargura generada por un objetivo artificial y artificioso: estos muchachos se han ganado el reconocimiento de la hinchada, pase lo que pase de aquí a final de temporada.

Incluso en caso de perder en Elche, o en las visitas a las dos ‘mellizas’, el mérito será el mismo: nadie gana siempre, nadie juega bien siempre, los accidentes ocurren. A la postre, la cuestión no es perder, sino la manera de hacerlo. En la dinámica actual del Valencia, es posible encajar derrotas, pero será porque el rival es mejor, no por apatía, desidia o falta de competitividad. Sólo eso ya supone el mayor salto adelante en muchos años. Ah, y Mestalla. Bendito Mestalla. El coliseo vuelve a ser inexpugnable, muchas temporadas después. El campo gana partidos, como hemos repetido hasta la saciedad. Mantener viva la llama de la ilusión entre tu gente no sólo es un granero de puntos fundamental este año, sino también para temporadas venideras… y para eliminatorias directas en Champions League. Ojito al factor Mestalla a partir del año que viene.

Que las campanas repicando a lo lejos de un castillo edificado en el aire no impida valorar un tercer puesto que sí se ha merecido sobre el campo, derrotando a rivales directos y dando sensación de hechuras y empaque, de solidez, contundencia y pegada arriba. Y sin números estratosféricos de tus tres delanteros, lo cual supone una grandísima noticia. En contraposición a otras terceras plazas que sí gozaban de un insípido sabor (61 puntos bastaron en la 2011-2012 para obtenerla… es decir, sólo cuatro más que la puntuación actual a falta de once partidos), esta vez el regusto no podría ser más agradable en el paladar. El equipo ‘pita’ una vez Nuno se ha dejado de experimentos y ha apostado por lo que funciona: 1-4-3-3 y los que mejor están. Gran trabajo del técnico tras el ‘enero negro’ que atravesó el equipo: rectificar es de sabios, pero hacerlo sobre la marcha significa combinar sapiencia con ‘cintura’, cualidades ambas imprescindibles para ese Valencia que todos dibujamos mentalmente a partir del verano y que, esta vez sí, estará más que preparado para conquistar trofeos y poner patas arriba el fútbol español. Y el europeo.

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